Por Luis Aníbal Medrano S.
Un buen ingeniero o maestro constructor, para que su buena fama corra y sea
reconocida, debe ejecutar sus obras asignadas con todas las de la Ley,
lógicamente, desde el inicio con una zapata acorde a la edificación a erigir y
así evitar que cualquier movimiento telúrico o aguas embravecidas del desborde
de un rio cualquiera, arruine su obra. Este preámbulo lo realizamos para tratar
de presentar de una manera clara lo que viene aconteciendo con el gobierno
dominicano que se instaló hace 7 meses y unos cuantos días.
Debemos señalar que históricamente ningún gobernante dominicano había
supeditado sus intereses particulares a los sagrados intereses de la nación;
pensar primero en lo que le conviene al país por encima de lo que pueda
favorecer mediante el funesto mecanismo del populismo a las organizaciones
políticas que le respaldan, por lo que se puede calificar como un caso sui
géneris que no es fruto de la casualidad de la vida o de la denominada chepa
del destino, es asunto de formación, de criterio claro, de establecer el cambio
en la República Dominicana.
Nuestro país estaba acostumbrado a un modelo clientelista a ejecutar en los
traspasos de gobiernos de un partido a otro de modo tal que cuando los acólitos
de una organización gobernante ya sabían lo que le esperaba cuando perdían y
los que ganaban se confeccionaban su traje blanco para buscar su nombramiento
vía decreto o cualquier otro método que le garantizara su inserción en el tren
gubernamental. Eso varió profundamente. La pandemia, la crisis profunda
heredada y la nueva metodología del Cambio le han dado un giro muy notorio a la
forma de gobernar el país dominicano.
La fórmula del cambio causa inquietud en algunos sectores, tanto a lo
interno como a lo externo del PRM y aliados, inquietud esa que la han querido usar
algunos carentes de la prudencia y comedimiento que demanda la situación
vigente, para autoproclamarse como los salvadores de las bases y de paso querer
colarse en los procesos internos que generarán posibles cambios en las
estructuras partidarias de las diferentes organizaciones política, acción esta
que indica la ley que regula la existencia de ellas.
Pero a todo eso, los dominicanos debemos reafirmar ese voto de confianza
depositado en las urnas el pasado 5 de julio de 2020 a favor del hoy presidente
constitucional de todos los dominicanos, Luis Rodolfo Abinader Corona y su
vicepresidenta Raquel Peña de Antuña. Decimos reafirmar por los logros
significativos y demostrables que viene obteniéndose a favor de todos los
sectores que cohabitan en esta tres cuarta parte de isla y por la valentía de
enfrentar con éxitos la pandemia del coronavirus y la devastación de los
sucesivos huracanes morados.
Creemos firmemente que el pueblo entenderá el propósito de Luis Abinader y
todo su equipo que le acompaña para dotar a la nación de una nueva forma de
gobernar que sentará las bases de una nueva república, de un nuevo orden
nacional y el inicio indetenible hacia el desarrollo que merecemos por lo que
tenemos y que han mal utilizado.
Lamentable que algunos que vienen imponiéndose ceguera y sordera mental;
que su dolor profundo por el cierre del grifo corrupto del derroche y freno del
uso indebido de los recursos del Estado quieran confundir a la población,
olvidando que la gente quiere y tiene fe en que por fin llegó un gobierno para
el pueblo.
Es por eso que concluyo, en esta ocasión, vaticinando que como fruto de una
excelente zapata que se está construyendo, el gobierno del Cambio, el gobierno
escogió la gran mayoría de los dominicanos, edificará la obra nacional con una
estructura democrática, participativa e incluyente para disfrute de todos. No
nos desesperemos. El ingeniero presidente y sus obreros funcionarios saben lo
que están construyendo con materiales de calidad requeridos y trabajando horas
extras para lograrlo.
Aprobado…
El autor es político, periodista y municipalista radicado
en Nueva York.
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