Por JUAN T H
La política es
una ciencia. Exige rigurosidad y sistematicidad en su estudio. La inocencia y
mucho menos la ingenuidad tienen cabida cuando están en juego los intereses
propios del poder. Creo que el PRM no está actuando como un partido en el
gobierno, cediendo espacios de poder que ha ganado en un tormentoso proceso
electoral después de muchos años en la oposición.
La Junta Central
Electoral es uno de esos espacios. Otorgarlo a los “independientes”
dependientes del sector político que controla Leonel Fernández, en una
negociación inexplicable, es un error garrafal, una incongruencia descomunal.
La JCE no son cinco miembros y cinco suplentes. Ellos no tienen última palabra
en un proceso electoral, aunque lo parezca. Controla la JCE quien dirige las
Juntas Municipales, que suman 158, cada una con su presidente, su secretario y
demás empleados. Además está el registro civil. En total el órgano electoral
tiene más de seis mil empleados con un presupuesto millonario que maneja a
discreción.
La mayoría de
las juntas municipales están en manos del sector de Leonel y del PLD, no del
PRM. En los municipios se ganan y se pierden las elecciones. ¿Le dará el PRM y
el presidente Luis Abinader todo ese poder a los adversarios? Políticamente es
improcedente. Impensable, incongruente. A menos, claro, que el proyecto
presidencial sea de solo cuatro años,
que al igual que el PRD en su tiempo, no quiera mantenerse en el Palacio
20 años, como lo hizo el PLD, o 70 y pico como el PRI en México. La luna de miel con el grupo del ex
presidente Leonel Fernández y con la Sociedad Civil al que el PRM le pretende
entregar la JCE y las Juntas Municipales, terminará el
año próximo. Ya lo veremos.
Una de dos:
eliminamos el sistema de partidos por corruptos, inmoral, y por lo tanto
permisivo, por convertirse en un obstáculo para el desarrollo del país, o lo fortalecemos creando los mecanismos
legales necesarios para que sean idóneos, éticos, morales y un instrumento para
los mejores intereses de la nación, no de un grupo político, económico y social,
para que ser dirigente o miembro de un partido no sea reprochable sino digno.
Los dirigentes
políticos no pueden ser buenos para ser elegidos presidentes de la República,
vicepresidentes, alcaldes, regidores, senadores y diputados, pero para otros
cargos, no. esos deben decidirlo en “cámara de consejo”, los impolutos
dirigentes de la Sociedad Civil.
He leído la
Constitución y no encuentro en ninguna parte un artículo que lo
establezca. El presidente de la
República es un político que dirige la nación, que traza la política exterior,
que ordena y manda en la justicia, que designa a todos los funcionarios. Jefe
de las Fuerzas Armadas, de la Policía Nacional, del presupuesto nacional, el
que quita y pone, presidente del Consejo Nacional de la Magistratura, etc. Casi
un rey.
No cuestionan a
los candidatos a dirigir la nación aunque no tengan la más mínima capacidad y
formen parte del bajo mundo, aunque sean “banqueros” usureros, rentistas,
lavadores, narcos, convertido en senadores, diputados, alcaldes, regidores,
etc., gastando millones de pesos “sucios” para logarlo. (De ese mundo oscuro
que permea toda la sociedad, incluyendo el Congreso, la Justicia, las Fuerzas
Armadas y la Policía, y el gobierno en sentido general, la Sociedad Civil no
habla)
¿Puedo dirigir
el país, pero no puedo dirigir la Junta Central Electoral? Por mi condición de
ciudadano estoy facultado constitucionalmente para presidente, alcalde,
senador, diputado, gobernador, ministro, embajador, cónsul, fiscal, juez, ¿pero
no para la JCE, que no es un tribunal? No lo entiendo.
La palabra
“independiente” no está en nuestra legislación. No la veo. Por otro lado, los
“independientes”, los “notables” y los “imprescindibles” de la “Sociedad Civil”
han sido causantes de muchos estragos en la vida política del país. Los
problemas durante los procesos electorales lo han producido –en la mayoría de
los casos- los “independientes”, los que dizque no tienen compromisos con
nadie, pero están atados a grupos económicos, partidos, grupos y líderes
políticos. (Revisen la historia; hagan una retrospectiva) Los independientes no
existen, esa es la verdad. Y los saben los “independientes” de la Sociedad Civil que tanto joden con el
tema.
Los políticos,
los miembros de los partidos, elegidos por el pueblo, los que dirigen en el país, los que
colocaron, de dedo, a los “independientes” que hoy ocupan cargos importantes en
el gobierno. Y nadie los objeta. Ahora bien, ¿con qué derecho objetan ellos a
los demás? ¿Basados en que ley? ¿En qué paradigma? Algo más: ¿Quién los eligió
para decidir quién debe y quien no debe ser miembro de la JCE? Ni siquiera el
presidente de la República puede hacerlo en tanto esa es una facultad exclusiva
del Senado de la República, Primer Poder del Estado. Y si hablamos de
institucionalidad, de respeto a los poderes, entonces que sea ese órgano el que
libremente –sin coerción- escoja a los cinco miembros (no jueces) y sus
suplentes como manda la Constitución.
Pregunto, ¿quién
es más capaz, honesto y trabajador que Eddy Olivares, Freddy Ángel Castro,
Guarino Cruz, Cristóbal Rodríguez, Namphy Rodríguez, José Ángel Aquino, Nascer
Perdomo, Sonia Díaz, Pedro Pablo Yermemos
Forastieri, Luis García, Servio Tulio Castaños, Adolfo Salomón, entre muchos
otros? Puede haberlos, igual, pero no más. La honestidad, incluso la
independencia verdadera de una persona, no la determina una militancia
política, la determina su carácter, su práctica social, su entereza, su ética,
su moral, su familia, y su actitud frente al compromiso.
Me importa un
bledo (un coño) si usted es dirigente de un partido o de Participación Ciudadana,
lo que me interesa es su experiencia, su capacidad, su don de gente, su moral.
Prefiero a Eddy, que está probado, comprometido con la libertad, la justicia,
el trabajo y la honestidad, que a un
“independiente” desconocido, sin ninguna o poca experiencia. (No se puede
inventar, ni dar un salto a lo desconocido en la JCE)
Me gusta la
posición del Partido de la Liberación Dominicana. Que sean los partidos,
si, militantes, honestos y capaces, que
los hay muchos, tanto en los partidos como en la Sociedad Civil, para de
consenso elegir una Junta Central Elector comprometida con la democracia, la
honestidad y la transparencia.
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