Por Delcio A. Pérez
No importa la justificación que se le intente dar ni los
miserables argumentos que se quieran exponer para en vano intentar
justificarlo, es innegable que la traición a los principios y a la Patria, el resentimiento,
el egoísmo, la envidia, la mala fe, la incidía, el sectarismo, el individualismo,
el vanguardismo, la trepaduría y el oportunismo son de la misma genética y sólo
sirven para mantener la población dividida y atomizada, posibilitando su saqueo
y maltrato.
No incluimos aquí el odio, porque hay un momento en el
cual, el odio puede ser hasta revolucionario como diría José Ingenieros.
Esa práctica, no importa las razones ni las formas es
contrarrevolucionaria y oportunista. La clase gobernante, con toda la razón
vista en función de sus inmortales intereses, fomenta y aplican todas esas
desviaciones de derecha en el seno del pueblo para impedir su unidad y la
fortaleza de la lucha contra la explotación y la opresión, pero fruto de la
miopía política y la incomprensión de quienes reivindican ser sus dirigentes,
una amplia franja del pueblo se deja penetrar por esas posiciones anti Patria y
caen en su trampa.
En los reaccionarios, la traición a la patria es fruto de
la ausencia de amor a sus semejantes, a la Patria misma y a su pueblo, de
solidaridad y de dignidad. Es producto de la avaricia, el egoísmo, el
individualismo, de la carencia de sentimientos nobles, de sensibilidad social
así como de valores humanos, éticos y morales entre otros factores.
En cambio en los que se autodenominan revolucionarios o
en los revolucionarios de verdad, el asumir conductas y posiciones
reaccionarias puede obedecer a diversos factores, dentro de los cuales podemos
señalar haber sido perneado por el enemigo, el oportunismo, haber perdido la fe
y dejar de creer en el cambio, el resentimiento, el individualismo, la
presunción, el sectarismo, incomprensión y miopía política.
Forma parte de ese todo la carencia de dignidad, honor,
gallardía, firmeza, decoro y sobre todo, de la ausencia de sanos valores
humanos, éticos y morales; todo ello adjunto al resentimiento, aunque en menor
medida, también es fruto de ello y sirve a los mismos intereses.
El resentimiento siempre es altamente perverso, porque
expresa la ausencia de valores humanos, insistimos, pero cuando se habla de
política revolucionaria es más grave porque el mismo puede conducir a quienes
se dejan contaminar por esa mortal enfermedad a asumir , de manera consciente o
inconsciente, posiciones contrarias a las que dicen defender, a posiciones
reaccionarias, a renegar en la práctica a supuestos principios e incluso a
coincidir con los enemigos reales del pueblo, sólo por no hacer causa común con
posiciones sustentadas por otros, frente a quienes tienen resentimientos
acumulados , no contradicciones antagónicas.
El resentimiento es incomprensión y miopía política,
irracionalidad y mezquindad que puede empujar a que se asuman posiciones anti
Patria, y contrarrevolucionarias, coincidentes con los enemigos verdaderos del
pueblo. Por eso hay momentos que no son oportunos para poner en primer plano
disidencias secundarias.
Los reaccionarios, pese a tener contradicciones internas,
saben que son diferencias de formas, no se dividen ni se unen al pueblo para
dirimirlas, contrario a lo que hacen los que dicen ser defensores de los
explotados.
La reflexión, la tolerancia y la unidad se imponen. El
pueblo debe estar primero y tenerse claro, de que el que no está contra la
corriente fluye con ella.
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