Por JUAN T H
La Asociación
Dominicana de Profesores (ADP) aunque no es un sindicato, funciona como tal. De
los frentes de masas, que antiguamente tenían grandes poderes de convocatoria
para defender sus intereses y hasta los de otros gremios, es el único que
mantiene su vigencia.
Es el sindicato con
más de cien mil integrantes. Maneja poco menos de 800 millones de pesos del uno
por ciento que, vía nómina, se les descuenta a los profesores. Su cooperativa
es, tal vez, la más grande con activos que superan los 16 mil 200
millones de pesos. Este año fiscal arrojó beneficios superiores a los
mil millones.
(Es una
contradicción: la cooperativa de los maestros y el sindicato de los maestros,
son entidades millonarias, pero la mayoría de los profesores, sino todos, son
pobres)
El ministerio de
Educación, por igual, es el más grande, no solo el que recibe más dinero (4%
del PIB, lo que representa cerca de 150 mil millones de pesos) y el que más
empleados docentes y administrativos tiene.
Durante muchos
años, sobre todo en los gobiernos del PLD, la ADP ha dirigido el Ministerio de
Educación agenciándose el 60% de los cargos, dándole un carácter político
partidario, hasta la llegada de Andrés Navarro que dispuso cambios radicales
con los exámenes y las evaluaciones por desempeño en las escuelas, distritos
municipales y provinciales, encontrando, por supuesto, radicales resistencias del gremio magisterial.
Este artículo,
sin embargo, no pretende juzgar las
acciones del ministro Navarro, sus aciertos o desaciertos; lo que pretende es
probar la fortaleza de la ADP que durante los gobiernos de Balaguer estuvo
dirigida por los maestros más progresistas del país, provenientes de la
izquierda, pero que, fruto de errores
imperdonable, la perdieron.
El mes próximo
habrá elecciones en la ADP. Los oficialistas se pusieron de acuerdo para llevar
un solo candidato. Olvidaron las diferencias Danilo-Leonel para mantener el
control de un gremio tan grande y tan importante.
Lo mismo
hicieron en la cámara de diputados, en el Colegio Médico, y de Abogados, entre
otros: cuando sus intereses estratégicos peligran, se unen. Por ejemplo, cuando
la diputada Faride Raful pidió una investigación los mil 400 millones de pesos
que recibió Joao Santana, danilistas y leonelistas se opusieron para impedirlo.
Su espíritu de cuerdo no desaparece nunca.
No dudo que
Danilo y Leonel hagan lo mismo cuando vean que pueden perder las elecciones del
20, porque ambos saben, como lo saben los demás dirigentes del PLD y los funcionarios,
que es mejor arriba que abajo, que es mejor la libertad que la cárcel. Eso lo
tienen claro. (De no ser por eso, Leonel no impone a Danilo en la presidencia.
Ha pagado un precio muy caro, pero no ha ido a los tribunales, ni a la cárcel)
La oposición, en
cambio, siempre está dividida. El Partido Revolucionario Moderno (PRM), que
dice seguir el pensamiento de Peña Gómez y las enseñanzas de la historia, no
termina de comprender que “la unidad hace la fuerza”, y que “sin fuerza no hay
victoria”. En los comicios del Colegio de Abogados no se unificó, y perdieron.
En otras ocasiones ha sucedido lo mismo. En la ADP me hablan del “candidato de
Luís” y el “Candidato de Hipólito”. En la UASD sucedió igual: “La candidata de
Hipólito” y el “candidato de Luís”. Por ese camino el PRM irá de fracaso en
fracaso.
Hipólito no debe
tener un candidato en ningún frente de masas. Luis tampoco. Debe haber un solo
candidato: El del PRM, no importa que simpatice por uno de los dos. El espíritu
de cuerpo debe prevalecer para lograr la victoria o lograr, en el caso de la
ADP, donde existe la proporcionalidad, una cuota de poder para que el PLD no
pueda actuar solo.
Hay que ganar
los espacios de poder para poder llegar al poder, valga la redundancia. Ni
Hipólito, ni Luis llegaran al gobierno divididos; tendrán que ponerse de acuerdo –si es que
quieren ganar- porque de lo contrario
serán derrotados. El PRM tiene todas las posibilidades de ganar las elecciones
venideras, pero debe unirse y luego coadyuvar para formar un frente programático
con todas las fuerzas políticas de oposición. No hay opción.
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