Por Rolando Robles
Confieso que hace tiempo quise escribir estas líneas. Porque pasear
por el bulevar me resulta enteramente placentero, al tiempo que me suministra
un ejercicio muy beneficio parami salud física y mental; pero además, es que me
permite salir por ratos de esas tortuosas calles nuestras, conese panorama emocional
tan desolador y contaminante.
Porque hay que ver, el bulevar no solo trae alcurnia en el nombre, que
de por sí implica algún nivel cultural, aunque solo sea en épocas ya pasadas. Así
mismo, caminar por el bulevar también conlleva un cierto disfrute del
itinerario que, por lo general, es una vía limpia, sombreada y segura. A pesar
de que, en Nueva York, que es donde vivo yo, hay bulevares muy “arrabalizados”,
insalubres y hasta peligrosos, pero son la excepción.
De cualquier forma, yo siempre he caminado por ese bulevar tan
singular, que lleva ya varios lustros, tal vez, décadas de existencia. Ese
espacio de ejercicio democrático racional desde donde se airean -sin estridencias
ni sonrojos- los problemas nacionales e individuales. Y se hace con tantaelegancia
y sentido y finura, que ciertamente, uno disfruta a plenitud ese paseo por los escondrijos
emocionalesdel quehacer cotidiano.
Es como si de pronto, abrumado uno por el asfixiante calor del
lenguaje colectivo, nos adentramos en un oasis de sutil y refrescante
comunicación social. Al transitar por el bulevar, se siente el peso del buen
razonar y de la expresión metódicamente impecable, saliendo los transeúntes,
todos, con una visión mas responsable y ciudadana de lo que sucede.
Yo no tengo relación con el constructor de dicho bulevar, porque nunca
lo he tratado en lo personal, ni siquiera recuerdo -pero no descarto- haber
estrechado su mano alguna vez; sin embargo, siempre he sabido que existe y lo
he seguido para ver si hay algunos otros espacios públicos de su autoría y
responsabilidad.
En este punto, debo hacer una paradita en el recorrido, para decir que
es un bulevar, en adición, poético; donde la lírica hace presencia, en cada
palmo de su trayecto. Pero cuidado, no hablo de “poesía popular”, al estilo del
gran maestro Antonio Alix. Hablo de genuina poesía, al describir hasta los más
insignificantes acontecimientos diarios. Para mi gusto, poesía sin
pretensiones, pero sobria, auténtica, valedera.
No se trata de la ordinaria “rimadera” de versos o frases, que
coinciden, fonéticamente hablando, en sus palabras finales y que luego se hilvanan
en ristra, como si fuesen cabezas de ajo, cebolla o cualquier otro fruto del condimentado
género “allium”.
Es que la poesía implica creación, belleza, subliminal, metáfora, luz, contenido,
sentimiento estético. De esas tonterías estáempedrado el pavimento de ese
bulevar, desde hace añales. Y lo apreciamos mas ahora que las pasiones
desbordan los linderos políticos, mientrasse ausenta del escenario la crítica
objetiva, la denuncia de calidades.
Hoy que hay un partido hegemónico, que está borracho de éxitos, casi
muerto de poder; convencido que no hay nada que lo pueda desalojar de las
estructuras del Estado.Hoy que no se ve en el horizonte ningún peligro que
pudiera hacer zozobrar la nave malva.
Hoy que no existe -aparentemente- ningún acontecimiento social que pudieredesafiar
la ley de la Inercia; nada que cambiare el ritmo o dirección que se le ha
impregnado al futuro de los dominicanos, ¡qué suerte que existe el bulevar!
Porque ese partido necesita de voces que le adviertan lo que sucede a
su alrededor; y eso, justamente, es lo que se hace en el bulevar. A diario se exponen
las líneas maestras del sentir nacional y de las violaciones que se le infligen,
siemprecon elegancia y comedimiento. Y ¡qué bueno que así sea!
Mi reconocimiento a ese “siembra hielo”, que cual Engracia y Antoñita,
nos recuerda que no solo mangos, buen dulce y mujeres bellas, se producen en
esas tierras de Dios.
¡Vivimos, seguiremos disparando!
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