Por JUAN T H
Los actuales
dirigentes de los partidos que enarbolan el pensamiento y la obra de Joaquín
Balaguer, Juan Bosch y José Francisco Peña Gómez les faltan el respeto cada
año, a propósito de su nacimiento o de su muerte, cuando le rinden tributo en una iglesia, el cementerio y en los
periódicos, mientras su práctica está totalmente divorciada del legado de esos
grandes hombres.
Los del Partido
Reformista, divididos en nadie sabe cuántas facciones, no tienen calidad moral
para recordarlo y valorarlo cuando ellos han destruido su organización y niegan
su obra de gobierno, cuando negocian en su nombre, cuando no salen en su
defensa, cuando le ponen precio al quehacer político. El Partido Reformista no
es –y dudo que lo sea alguna vez- una
opción de poder. Hay en sus filas demasiados forajidos y truhanes.
Dejen a Balaguer
descansar en la paz que nunca vivió.
Lo del Partido
de la Liberación Dominicana es peor, pues su fundador y guía, profesor Juan
Bosch gozó de una bien ganada fama
nacional e internacional como profesor de ciencias políticas. Fundador de los
partidos más poderosos del país, uno en La Habana, Cuba, en 1939, y el otro en
el país en 1973, que hoy está en el poder negándolo todos los días. Excelente
escritor, sobre todo de cuentos, autor de libros tan importantes como
“Composición social dominicana” y “De Cristóbal Colón a Fidel Castro”, entre
muchos otros.
Presidente
constitucional de la República durante apenas siete meses por un golpe de
Estado fascista que terminó provocando la revolución de Abril del año 1965.
Pensador, guía, maestro de generaciones considerado honesto.
Bosch le aseguró
al pueblo dominicano que si el PLD llegaba al poder nadie se robaría un peso
para enriquecerse. ¡No sabía el pobre viejo lo que harían sus discípulos tras
su muerte!
Todos sabemos lo
que ha pasado. Ese partido se corrompió y corrompió a los demás con la
intención de eternizarse en el poder como ningún otro en la historia. “Servir
al Partido para Servir al Pueblo” se transformó en “servir al partido para
servirse del pueblo”. Tanto es así, que muchos dirigentes de ese partido
constituyen el grupo económico más poderoso del país, desplazando a los
tradicionales que se han visto obligados a subordinarse o asociarse con ellos
pues de lo contrario son llevados a la quiebra.
A muchas de las
obras que construyen le ponen el nombre del insigne historiador, escritor y político,
lo cual me parece una falta de respeto a su memoria. ¡Una burla paradójica!
Señores del
poder y del dinero, dejen al profesor Bosch tranquilo. No merece que le hagan
reconocimientos desde un pedestal inmoral. Su figura histórica no puede caer en
el lodazal y la podredumbredonde muchos de ustedes habitan inescrupulosamente. ¡No
ensucien sus bocas mencionando el nombre de Juan Bosch!
Al doctor José
Francisco Peña Gómez, más dominicano y honorable que los que les negaban la
nacionalidad, líder de masas incomparable, “astro con luz propia” en el
firmamento político del país y del mundo, orador único, intelectual, poliglota,
hombre sin ambiciones materiales, humilde, que amó a su pueblo como pocos, le ha tocado la peor parte, ojalá no sea por
negro. El racismo que lo acosó no puede perseguirlo hasta su sepulcro.
Pobre Peña,
hasta una buena parte de sus hijos lo ha negado con una práctica política
inaceptable. La familia, incluyendo la viuda, debió defender, a trocha y mocha, la imagen,
la figura legendaria de ese gran patriota. ¡Y no es así!
Ver como
desfilan por la iglesia y por el cementerio donde yacen sus restos a verdaderos
sinvergüenzas, rastreros y delincuentes que deberían estar en la cárcel, es
lastimoso.
Dejen a Peña
Gómez en la paz que siempre mereció
vivir. No sigan haciéndole daño 20 años después de su temprana partida hacia lo
desconocido. Oh Peña, ¿quién lo diría? Qué pena me da tu caso, compañero.
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