Por JUAN T H
En las redes
sociales un lector del artículo del domingo pasado, “que descansen en paz esos
muertos”, me pregunta que es lo quiero si los cuatro partidos mayoritarios no sirven, según dice
él que dije yo.
No lo dije taxativamente,
pero es cierto.
No sólo los
partidos “grandes”, PLD, PRM, PRSC y el PRD deben ser cuestionados; también los
de izquierda o centroizquierda. “La falsa izquierda”, diría el intelectual Juan
Isidro Jimenez-Grullón. Ellos no escapan de la crítica mordaz por su
enajenación y aislamiento, por su sectarismo, por la falta de visión que no le
permite avanzar creando una fuerza poderosa que se convierta en opción de
poder.
El pensamiento
de izquierda existe en nuestro país antes del ajusticiamiento de Trujillo. Sin
embargo, por una razón u otra, no ha podido levantar cabeza. Alguien me dirá,
con cierta razón, que las fuerzas reaccionarias se impusieron exterminando a
más de una generación de combatientes revolucionarios. También es cierto que en
ese sector hubo mucho martirologio, ingenuidad, sectarismo y vanguardismo
insensato que sirvió de excusa para el apresamiento y asesinato de muchos
jóvenes valiosos.
La “Patria bien amada” jamás sabrá lo que
perdió. Pero, como dice Fafa Taveras, “el pasado no tiene solución”. Hace
muchos años que ese pensamiento y esa práctica política de izquierda debieron
aglutinarse para construir una fuerza poderosa y temible. Hoy no es ni siquiera
un referente. Continúa atomizada y dispersa sumándose a los partidos tradicionales
que tanto critican.
No quiero ser
extremista diciendo que los partidos, de izquierda o derecha, “no sirven”, que
tienen que desaparecer. Imposible. Eso no ocurrirá a menos que se produzca un
cambio del modelo económico, político y social, como en otros países. Lo que sí
digo es que deben cambiar la forma y el fondo, que la política y el poder -que suelen ir de las
manos- no deben seguir siendo un instrumento de enriquecimiento a costa de la
pobreza del pueblo.
La corrupción no
debe primar en las instituciones del Estado. La impunidad que rodea los actos
dolosos ha legitimado la corrupción. He pagado un precio por decir que “todo el
que llega pobre al Estado y sale rico es un ladrón”. El Estado no es fuente de poder
y riqueza para los políticos, a los que debemos suponerles una vocación de
servicio social ineludible.
Nadie puede ser
funcionario y empresario al mismo tiempo. La Constitución, mil veces violada y
pisoteada, así lo establece.
¿Qué es lo que
quiere Juan T H si ningún partido sirve?, se preguntó el lector.
¿Qué quiero?, me
hice la interrogante a modo de reflexión.
Quiero un
sistema de partidos modernos donde prime el interés del país, no los intereses
de grupos o líderes que cuando llegan al
poder se envilecen corrompiéndose y corrompiendo a los demás dejando al pueblo
abandonado, sumergido en su miseria.
Quiero que la
política no continúe degradándose hasta extremos vergonzoso como ocurre hoy
día, sin ética ni moral, sin escrúpulos, donde lo que importa es el dinero
robado del Estado. Quiero dirigentes inteligentes, responsables, honestos, que
no mientan, que no digan una cosa hoy y otra mañana por conveniencia. Quiero
políticos que le duela su pueblo, políticos que defiendan el patrimonio de la
nación. Quiero nuevos partidos con dirigentes y funcionarios que no estén
corrompidos. ¿Es demasiado pedir? Soy
iluso, dirá el lector que preguntó qué es lo que quiero si descarto a todos los
partidos. Tal vez.
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