POR ROLANDO ROBLES
Aunque hace tiempo que quería hablar de esta realidad que ya nadie se
atreve a ignorar, no ha sido hasta esta Semana Santa 2018, que logré reunir la fuerza
de voluntad para escribir con cierta certeza, sobre una costumbre que ya a
nadie le interesa reivindicar. Ni en el aspecto religioso, ni mucho menos en el
sentido social; porque ha llovido mucho desde la quema del último “judas”.
Es que a los judas modernos ya no los quemamos; por el contrario, los perdonamos y hasta los emulamos. Es mas, me atrevo a decir
que la traición dejó de ser una afrenta para la familia y pasó a formar parte
del decálogo de armas convencionales, de todo político activo. Especialmente
después de habernos leído Las 48 leyes
del poder.
Esta obra la escribió Robert Greene, un muchacho americano de origen
judío, que se desempeñaba -con bastante éxito- como guionista y escritor de
Hollywood. Salió en 1998 y se convirtió en “bestseller”; en Santo Domingo era
el libro por excelencia a regalar pues, le gustaba tanto a los que estaban en
el poder, como a los que vendrían dos años mas tarde. Personalmente la
considero como parte de la “literatura chatarra” de todos los tiempos.
Volviendo al tema propuesto, les cuento que hablé con mis amigasdoña Carmen
Duval Ferrer, capitaleñay doña Eva Hernández Badía, de Las Guásumas, Moca, y sus
testimonios nos revelan lo mucho que ha cambiado el ambiente popular en la
Semana Mayor.
Lo primero es que ya no hay recogimiento sino, esparcimiento y
batahola al máximo. Se hace de todo, menos ir a la iglesia, aunque el clero
católico, aún mantiene un activismo relativo y se hacen los servicios especiales
en los templos, y hasta secelebran las tradicionales procesiones. Claro, solo
participan los adultos de la tercera edad; y si solamentelos muy fieles.
Me recuerdan mis contertulias, que lo único aceptable como “acompaña”
o “metura” en Viernes Santo era el pescado, porque consumir carne roja era
pecado. Y poniendo de lado la costumbre popular de nuestra gente, de no
pronunciar las eses, encontramos en este trabalenguas, talvez,la explicación primaria
del divorcio entre la antigua solemnidad de la Semana Santa y el gusto popular
actual.
El tío de Eva ayunaba y no hablaba hasta que “todo estuviera consumado”,
es decir cuando Cristo era bajado de la cruz. Tan bien se ocupaba de buscar una
cántara de agua del manantial cercano, que desde luego, era considerada
“bendita”, por la firmeza de fe del respetado anciano.
Por su parte, mi amiga Eva, junto a las otras muchachas de entonces,se
ocupaban el jueves de desgranar los gandules, guayar el coco, majar el ajo y
hacer todas las labores preparatorias de la cocina; porque el viernes se cocinaba
en silencio y solo se salía del bohío para llevarle ese plato de comida a los
vecinos y amigosmas queridos.Cada vecino por su parte, devolvía el cumplido con
la misma solemnidad e incluía las sabrosas habichuelas con dulce, un agasajo al
paladar de grandes y chicos.
Carmen, que era citadina, recuerda que no se daban “pelas” a los
muchachos malcriados el viernes, solo se llegaba a un “jalón de orejas” que se debía
soportar sin chistar, y a la amenaza de “tú verás mañana” que se hacía con las
manos, pero que por lo general quedaba en el olvido. No se permitía ni llorar
siquiera, porque a Jesús “le dolía la cabeza”.
Apunta mi amiga de Villa Consuelo, que a Judas lo quemaban una vez, el
sábado a la diez de la mañana, pero que luego, con las reformas litúrgicas de
Pío XII -que ella no recuerda exactamente cuándo sucedieron- lo cambiaron para
el domingo, y el sábado pasó de “sábado de gloria” a simple “sábado santo”.
Rememora Carmen con nostalgias que, entonar ese corillo de “Judas, Judas, Judas es, ¿a qué hora lo
queman? A la diez”, lo atesora como uno de los grandes momentos de
felicidad de su niñez, o talvez de su juventud.
Creencias populares que ya no se creen
Las matas de Piñón botaban sangre en lugar de leche al herirlas, Si te
bañabas en un río te podías “volver un peje” y Los que practicaran sexo el
Viernes Santo se podían quedar pegados.
Prácticas que todavía se mantienen
En Santo Domingo se hace la visita a siete iglesias, en alusión a las “siete
palabras” pronunciadas por Jesús desde la cruz, Las campanas no repican hasta
el Domingo de Resurrección, Las imágenes en las iglesias se cubren con un manto
morado o negro y La TV se mantiene muy sobria, por lo menos en Viernes Santo.
Un factor que ha contribuido a la pérdida de terreno e influencias de la
aún poderosa Iglesia Católica Romana en la población urbana y que se observa en
las celebraciones de la Semana Mayor, ha sido el avance de las sectas
religiosas protestantes que, en los últimos 50 años han pasado de ser un exiguo
5%, hasta cerca del 30% de los fieles activos al día de hoy.
Pero el aumento de los llamados “evangélicos”, no es la causa
principal del abandono de la parsimonia propia de las celebracionescatólicas.
Los motivos hay que buscarlos en elresquebrajamiento y la descomposición de la
escala de valores de la población que, como es lógico, habrían de iniciarse por
las costumbresprimarias, comolo es la religión.
Nuestros muchachos se fueron desconectando de la idea divina; ylos
hábitos caseros, esas reglas íntimas presentes encada hogar nuestro, siguieron
el resbalón natural que conlleva la pérdida del miedo a Dios, sin contar con un
código moral y ético.
De ahí en adelante, pisamos “tierra de nadie”. Y no es que creer en
Dios sea imprescindible para ser un buen ser humano, pero está visto que cuando
menos, sirve de muro de contención para nuestros muchachos en la etapa de la
autodefinición; esos tiempos en que decimos que, “están en el desarrollo”.
Esperé a que pasara la Pascua de Resurrección para publicar estas
notas, porque siento que es algo que les debía a mis hijos que, aunque yo no
los formé en la creencia religiosa sino sus madres, estoy mas que feliz porque
ellos aceptan la fe como norma de vida. Ellos no son católicos mayormente y saben
que yo no le temo a Dios, pero que sí lo respeto.
¡Vivimos, seguimos disparando!
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