Por Luis Aníbal Medrano S.
Las empresas industriales junto a las de bienes y
servicios de propietarios de origen dominicano, que a pesar de tener entre sus
principales objetivos hacer esas empresas rentables, productivas, eficientes y
que generen el prestigio necesario, deben de entender que en adicción a todo
eso y concomitantemente al pago de impuestos y producir empleos, deben de
entender la importancia irrefutable de que estas acciones se producen gracias
al consumo de la población.
Aceptar esa realidad es asumir con entereza lo que se ha
venido a denominar como Responsabilidad Social Empresarial, que no es más que
el acercamiento de ese empresariado a su comunidad y coadyuvar a su desarrollo
en el sentido amplio de la palabra.
Un empresario que contribuya con el deporte, recreación,
educación, salud, alimentación, en fin, que sea un bálsamo oportuno para la
solución de problemas con inmediatez impostergables, es un empresario que asume
solidariamente la Responsabilidad Social, y eso es necesario, oportuno,
halagüeño y hasta aplaudible, la existencia de este tipo de empresario.
En este mundo globalizado se cuestiona incesantemente el
papel de las empresas en la sociedad y en ese sentido existe una corriente que
entiende que su papel es ganar dinero, producir bienes y servicios, crear
empleos, pagar impuestos y no hacer daño y la otra corriente adiciona al
concepto anterior que su papel incluye preocuparse por el bienestar de la sociedad.
En ese marco teórico presentado más arriba, y
profundizando nuestros planteamientos de manera específica en esta ciudad de
aceleramiento permanente, de trenes bulliciosos, de superpoblación de taxistas,
me permito referirme a un empresario que indudablemente cumple a cabalidad con
su responsabilidad social, que apoya las diferentes expresiones sociales
manifestadas en lo deportivo, cultural, político, religioso, educacional, en
fin para cada segmento de la sociedad neoyorquina el tiene una repuesta de
acompañamiento en la difícil tarea de mantener una sociedad vivible,
humanamente confortable.
Me refiero a Cirilo Moronta, el empresario, el
comunitario, el amigo de todos, el sencillo hombre poseedor de un espíritu
solidario inigualable, que sin medir horario siempre está en el momento preciso
para respaldar una buena causa. Esta descripción no puede ser tomada de
lisonjera, es lo único que no soy, todo aquel que me conoce sabe que digo al
pan pan y al vino vino y digo la verdad aunque me salga caro.
Escribir estos párrafos inusuales solo tienen un
objetivo, la comunidad dominicana en Nueva York necesita de muchos Cirilo
Moronta, pero auténticos como él, que no usen desinfectantes para limpiarse de
un saludo que le dé un ciudadano, que no usen un diccionario de palabras
cargadas de demagogias, que no donen pastillas de promesas y que den una alta
dosis de realizaciones.
Sencillamente, empresarios dominicanos en Nueva York, la
Responsabilidad Social es de doble vía, ese apoyo que ustedes a su comunidad, redunda
en beneficios tangibles.
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