Por JUAN T H
En todos los
países del mundo en el algún momento de su historia un presidente ha sido
derrocado, asesinado, encarcelado, exilado y obligado a renunciar sin que
signifique el fin de los tiempos. Los procesos sociales y coyunturales
determinan los acontecimientos.
No firmé el
documento exigiendo la renuncia del presidente Danilo Medina, primero, porque
nadie me lo pidió; segundo, porque aunque pudiera estar de acuerdo con el
contenido, lo creo inoportuno porque la correlación de fuerza no lo permitirá
dado el control del partido oficial y del mandatario de los poderes del Estado
y la prensa, junto con la dispersión de la oposición.
Pero, si
convenimos en que Danilo es resultado de unas elecciones fraudulentas, que
además fueron patrocinadas por empresas o gobiernos extranjeros como se ha
determinado, entonces puede ser considerado como un presidente ilegitimo. En
consecuencia, pedir su renuncia y que se hagan otras elecciones, no es una
locura.
Si a lo antes
señalado le agregamos el nivel de corrupción y degradación de la vida social
que vive el país, no resultaría extraño que los partidos de oposición y la
sociedad civil, cansados de tanto descredito nacional e internacional, griten
¡que se vaya ya!, como lo hizo en su ocasión el PLD con Salvador Jorge Blanco y
Joaquín Balaguer. Ellos también eran presidentes del país, ellos también fueron
elegidos, ellos también eran presidentes constitucionales.
Lo que ocurría
entonces, que no sucede ahora, es que esos mandatarios no tenían el dominio
absoluto de la Justicia, el Congreso, una buena parte del empresariado, las
iglesias y casi toda la prensa que está minada por un ejército impresionante de
bocinas, megáfonos, cornetas y pitos defendiendo al unísono al gobierno.
Los que firmaron
el documento de marras, incluso los que negaron haberlo firmado, merecen, por
lo menos de mi parte, respeto y consideración porque se trata de ciudadanos
probos, preocupados por la situación política,
económica y social, sobre todo por la degradación ética y moral de la
sociedad dominicana saturada de escándalos cotidianos de corrupción y de
impunidad.
A esos
ciudadanos de conciencia social no los desmerito, no los degrado como
profesionales, ni los ofendo con calificativos hirientes, porque no lo merecen.
Al contrario, aplaudo su buena disposición, su actitud valiente de pedir
públicamente –a contracorriente- lo que deben hacer los políticos de oposición.
Este gobierno no
ha cumplido un año y parece que tiene cien. Dentro de tres años, si termina,
llegará a las elecciones del 2020 como un anciano de mil años, en muletas o en
silla de ruedas con un cáncer de corrupción que hizo metástasis en todo el
tejido social hace tiempo.
El horno no está
para galletitas, como dice la gente. La cosa está buena pero no se vende, como
dijo el chino durante la dictadura de Trujillo. La cosa está buena, para los
corruptos, los que se enriquecen de la noche a la mañana desde posiciones en el
Estado, pero está muy mala para los hombres y las mujeres de trabajo, que pagan
impuestos para que otros se los roben.
Reitero –sin
temor a las consecuencias- que no firmé el documento, no por desacuerdo, sino
porque no me lo pidieron, y porque lo
considero inoportuno ya que no están dadas las condiciones objetivas, aunque si
subjetivas, para exigirle al presidente que renuncie, porque además de todo lo
ante señalado, ha demostrado una gran incapacidad gerencial.
Por otro lado,
se supone, aunque no lo parece, que este es un país, democrático y plural, donde
existe libertad de expresión y difusión del pensamiento. Los firmantes del
documento hicieron uso de ese legítimo derecho fundamental. En ese sentido, no
hay porque rasgarse las vestiduras ni enviar a la hoguera a los doctores Andrés
L. Mateo y Jesús Feris Iglesias, entre otros, por haber publicado un comunicado
diciendo lo que piensan. (¿O es que ya tenemos al Trujillo del Siglo 21?)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Esperamos que su comentario contribuya al desarrollo de los gobiernos locales .