miércoles, 14 de diciembre de 2016

Mi deseo para el nuevo año 2017


Por Pablo Vicente

En estos días en los cuales las familias se reúnen para compartir, los amigos y amigas para brindar, hago un espacio para pensar en todos los seres que están presentes en mi vida. A muchos los conozco por sus nombres y apellidos, a algunos solo por sus luchas, por sus reclamos, por sus ideas. A otros, quizás los más numerosos no los conozco ni he oído hablar de ellos. Porque están silentes.

Sufriendo su impotencia, su incredulidad ante tanta desigualdad, esos no salen en los medios de comunicación dando grande discurso y ofreciendo rueda de prensa.
Unos y otros, existen. Están aquí. Allá, están en todos lugares, tratando de construir un futuro mejor, con mayor igualdad y oportunidades. Su vida, su lucha, sus sueños, su silencio es lo que importa.

Contribuir a cambiar la realidad en que vivimos, es mi deseo para el nuevo año, me llega a la mente una señora del barrio en el que nací, Una señora morena, de estatura promedio, pelo corto canoso por los largos años de vida, su rostro un tanto arrugado por el pasar de los años, de complexión lánguida y mirada serena, de voz fuerte enronquecida por los años y la penuria, de manos maltratadas y callosas por el trabajo indigno que no construye ciudadanía, los pies casi siempre descalzos o con una chancleta que no aguanta más arreglos, sus vestido gastado y con algunos remiendos, sus pasos cada vez es más lento y requiere la ayuda de un palo de escoba que se ha convertido en su batón. 

Sin lugar a duda una cruda muestra de la desigualdad social en que vivimos. Le cayeron los años sin techo, sin salud, sin nada de dónde agarrarse como se dice popularmente. A sus años es un desafío diario conseguir el café en las mañanas, comer el  pan y el arroz de las doce nunca está seguro para ella. Aunque siempre vive enferma con una toz eterna, es obligatorio salir a buscar el pan hasta el día en que la cruda muerte toque a su puerta y le robo el aliento.

Para ella no habrá navidad en familias, nadie la incluida en su lista de regalos o en algún angelito, en su mesa no habrá finos vinos y suculentos manjares, de seguro reciba una cena de algún vecino solidario en un  plato desechable, pero ella la aceptaría con una gran sonrisa en sus labios deseándoles miles de bendiciones que ella realmente necesita, posiblemente hasta baile una bachata de esa que ponen a alto volumen en el colmado de la esquina.

Estoy seguro que cuando ella fallezca  no repicarán las campanas por ella. No habrá panegírico ni bandera a media asta, ningún edificio o carretera llevará su nombre. El Presidente no hablará de ella, ni los senadores ni diputados, ningún proyecto de ley se conocerá para erradicar el hambre en su honor. Nadie predicará a la sociedad a combatir el flagelo de la pobreza que le robó la sonrisa y las fuerzas a esta vieja mujer, condenada a vivir sin tiempo para reír.

En este nuevo año pensemos en los miles de personas que como ella viven un presente precario y un  futuro incierto, es necesarios que aportemos desde los diferentes ámbitos en la que laboramos a construir un mundo como lo merece la gente buena  por la cual trabajamos y luchamos. Un mundo de más iguales y menos desigualdades.

Para eso tenemos que sumar voluntades, sumar voces, sumar sentimientos de cambio, sumar para multiplicar la vida, el trabajo, el alimento, la salud, la educación y la dignidad de las personas, ese es mi deseo para el próximo año 2017.

Otro mundo es posible y juntos/as podemos construirlos.


1 comentario:

  1. Excelente Pablo, excelente, no tiene desperdicio tu articulo, esa es la cruda realidad de miles de dominicanos

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