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martes, 25 de octubre de 2016

Urbanismo y Epidemiología dos ciencias concurrentes


Por Reynaldo Peguero

Amigos, conocidos y adversarios, no son uno, ni dos los que preguntan por qué siendo uno de los alumnos más aventajados de mi promoción de Medicina, auxiliar académico y luego profesor, con buen ojo clínico, diestro al estetoscopio y la auscultación cardíaca certera, escogí la epidemiología social como espacio científico de ejercicio profesional. Todavía alucinan más cuando produje otra pisada técnicamente insurrecta, pues siendo magister en epidemiología con honores científicos en el exterior, decidí “asaltar” el Urbanismo, supuesto campo exclusivo para arquitectos, diseñadores y constructores.  

Mi respuesta es simple. La razón última se explica por la formación innovadora en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM) y muy especialmente, las ideas sociales en las que me inicié al final del bachillerato, luego de aquel retiro socio-espiritual promovido por el Colegio de La Salle con los curas jesuitas del Centro Belarminio.  

Especial influencia adquirió, la educación liberadora promovida por el religioso lasallista Alfredo Morales, sumada al humanista programa modular de formación que el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y Organización Panamericana, auspiciaron en la PUCMM. Ahí residen las razones primigenias de mi convicción, ideología, fuerza interior y herramientas de trabajo para intentar ejercer una desafiante práctica profesional en este siglo XXI.  

La Facultad de Ciencias de la Salud de la PUCMM, movilizó cientos de alumnos con mapas y catastros autoelaborados que delimitaban geograficamente 50 familias del barrio Pekín por estudiante. 15 años después, profesores de todas las carreras de la PUCMM, se asombrarían por las destrezas demostradas en aquel exitoso proyecto que para esa zona, formulé, redacté y expuse a los ejecutivos de la Fundación W.K.Kellogg, en nombre de la PUCMM.  

Seguidamente que John Snow en el siglo XIX, utilizara en barrios pobres de Londres, un conjunto de métodos sociales, cartográficos, urbanísticos y médicos para descubrir que el agua contaminada era el origen de una epidemia de cólera que asesinaba miles de trabajadores ingleses, la Epidemiología emergió como ciencia para estudiar distribución y determinantes de enfermedades y procesos sociales relacionados con la salud y la calidad de vida.

Cuando se estudia a profundidad los pasos que dieron los epidemiólogos clásicos para caracterizar los factores biológicos, sociales y estructurales causantes de muchísimas epidemias, se puede concluir que la epidemiología como ciencia, al emplear la matemática y la estadística, concurre con la manera concreta de articular un espacio y analizar los problemas urbanos derivados de ello. Para delimitar los determinantes de un problema que afecta a una colectividad urbana y valorar las enfermedades, violencia, accidentes viales, daños humanos por eventos naturales, e incluso los problemas mentales, el urbanismo y la epidemiología concurren.

No es casual que el catalán Ildefonso Cerdá, también en el siglo XIX, así como John Snow, utilizara originalmente el término “urbanización” derivado del concepto “Urbs”, demostrando lo relevante de cómo las ciudades se transforman y cómo las sociedades actuando sobre ellas, impactan su estructura y partes. Una ciudad, en tanto sociedad con historia y geografía concreta expone los diversos modos de producir, enfermar, morir o vivir  de sus sujetos sociales. 

Hacer ciudad no es un ejercicio arquitectónico de trazados, imágenes y líneas sino que es pensar muy bien cómo acrecentar el bienestar individual, cuya suma, tiene la facultad de concretar lo que Cerdá denominó creativamente como “felicidad pública”.  Mis estudios en diplomados y cursos especializados, y muy fundamentalmente en la Universidad Coprorativa del CIDEU, Barcelona, evidencian que la Epidemiología y el Urbanismo se encuentran tanto en los fines deseados, como en las metodologías empleadas. 

Mientras el ingeniero catalán Ildefonso Cerdá, frente al “arte de construir ciudades”, desata un nuevo abordaje metodológico que permite articular los pasos y la ciencia de desarrollar armónicamente las ciudades; por su parte el doctor inglés John Snow, se centra en cómo las ciudades se organizan de la forma más saludable posible para controlar factores urbanos que permiten prevenir problemas generadores de muerte, determinantes que si se toman en cuenta al momento de planificar las ciudades llegan a salvar miles de vidas.  

Gnoseológicamente, Ildefonso Cerdá aporta niveles teóricos de inducción y deducción para hallar un sistema abstracto que contenga las categorías filosóficas de la organización urbana, tales como vialidades, edificaciones, manzanas, solares, dominios, usos públicos y privados; y asimismo cruza críticamente ese sistema con la historia de las diversas ciudades. Por su parte John Snow basándose en la ciudad construida, escudriña la ciudad de Londres en el registro de las defunciones, observando la lógica urbana de los distritos de la zona sur de esta ciudad y la calidad de su abastecimiento del agua. 

El uno y el otro. El urbanista, de lo general a lo particular,  y el epidemiólogo de lo singular a lo global, exploran las ciudades y extraen conclusiones coherentes con un sentido histórico y lógico, aportan métodos para valorar cómo ese desarrollo urbano, puede generar salud y vida, o por el contrario enfermedad y muerte. Porque tanto para Ildefonso Cerdá como John Snow, fue la felicidad pública, el objeto y el fin de sus creativas aplicaciones científicas. 



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