Por Leonela Vólquez
Inmediatamente la palabra finanzas cruza por nuestros pensamientos,
vinculamos este término con hojas de Excel, estados de cuenta, cálculos o
cualquier otro concepto de tipo lógico-matemático. Generalmente sucede lo mismo
cuando pensamos o consideramos tomar alguna decisión financiera, sin tener en
cuenta que más que la racionalidad de las finanzas y sus técnicas de
planificación, los seres humanos somos altamente emocionales y las emociones
conducen la mayoría de nuestras decisiones de inversión, financiamiento, gasto,
ahorro o donación.
Cuando incluimos la variable dinero, las decisiones suelen tomar un
aspecto más sobrio, pero la verdad es que no dejan de ser altamente vulnerables
a las emociones. En el momento en que pensamos en el presupuesto, la
disponibilidad monetaria o la necesidad de endeudamiento para algún propósito,
ya hemos decidido si el mismo nos hará feliz, si cumplirá nuestras
expectativas, si satisface esa necesidad de turno, si aportará serenidad ante
ese cambio (mitiga la incertidumbre) o nos confortara en ese momento de
tristeza que se avecina.
De manera que, por más grande o pequeña que se planee una boda, la
sensación de sentirse felices en ese gran día es lo que motiva a los novios a
planificarla, la inversión en ese nuevo celular va motivada por la necesidad de
cambio o la obsesión por algo nuevo, la decisión de ahorrar para ese nuevo
proyecto personal es conducida por la ilusión de independizarte a nivel laboral
o ese ahorro mensual en un plan funerario nos ayudará a sentirnos más
tranquilos en el momento de la partida de ese ser querido.
Así pues como las empresas y las economías del mundo se ven obligadas a
cambiar sus planes y proyecciones financieras debido a ciertas eventualidades,
sean positivas o negativas, los hombres y mujeres también modifican sus
decisiones de finanzas personales a causa del factor emocional, donde esta
elección de sentimientos puede ser voluntaria o no, como es el caso de un
enamoramiento o la muerte de un cónyuge.
Lo ves? Es algo más que planificar, gastar, invertir, ahorrar o donar en
su función más racional, en la mayoría
de los casos es seleccionar aquello a lo
que tus emociones te conducen.
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