Por
Miguel Ceara-Hatton
Esta segunda entrega presenta, de manera muy
sucinta, una mirada SXX desde la perspectiva del crecimiento económico y la
acumulación de capitales en la República Dominicana. La primera entrega cubrió
casi 400 años, desde la Colonia hasta 1900, donde la pobreza y la inamovilidad
social eran el resultado de la falta de crecimiento económico y ausencia de
acumulación de capitales. En el SXX y en SXXI se registran resultados
parecidos: pobreza, inamovilidad social y desigualdad, pero en un marco de
crecimiento económico y acumulación de capitales.
A finales del SXIX aparece nuevamente la
industria azucarera, que será el motor de la economía dominicana en los
siguientes 100 años (1880-1980). El azúcar de caña era una actividad basada en
capitales productivos (que contrastaba con la recolección y el pastoreo de los
4 siglos anteriores) con capacidad de arrastrar al resto de la economía y de
someterla al ciclo internacional de los precios del producto. Esa dinámica
durará hasta la década de 1980, cuando la industria entró en una crisis
irreversible, produciendo una de las mayores transformaciones estructurales de
cualquier país de América Latina. Esta transformación, se orientó hacia una
dinámica de exportaciones basada en servicios y tuvo una transición de apenas
10 años, registrando un enorme costo en calidad de vida. La nueva dinámica se
consolida en la década de 1990 y tiene como eje fundamental de competitividad
el bajo salario (individual y social), que se convierte en el largo plazo en el
principal y casi único precio de ajuste a las variaciones de otros costos de la
economía.
Lo curioso es que, durante estos 115 años, el
modelo económico cambiará varias veces, ya sea en los sectores que generan el
excedente económico, en la forma de su apropiación, en su destino o en la
institucionalidad subyacente que lo reproduce, pero persistirá el mismo
resultado. Es decir, diferentes dinámicas de acumulación generan los mismos
resultados: perseverante pobreza, inamovilidad social, desigualdad social y
territorial, así como un significativo retraso de la calidad de vida (el valor
esperado) en el país comparado con el mundo dado la riqueza por habitante.
Entre 1900 y 1930 se consolida la industria
azucarera, para ello fue necesario desmontar el sistema de propiedad comunera,
desmontar la pequeña propiedad campesina en la llanura costera del sur, crear
un marco de incentivos a esa industria y facilitar la importación de mano de
obra. En esos años se consolidó la pérdida de soberanía nacional por el manejo
inadecuado de la deuda pública externa y la coyuntura internacional que condujo
a la pérdida del control de las aduanas y luego a la intervención (dictadura
militar) del Gobierno de los EEUU. Así como se desmanteló la
incipiente industria con la reforma arancelaria de 1919. Ello ocurría en el
marco de una gran desigualdad social como establece Mutto (2014).
Según datos de Zanetti (2012), la producción
promedio de azúcar de RD en la primera década del S XX (1900-09) era de 54 mil
toneladas anuales, lo cual representaba el 5% de la producción de Cuba y el 30%
de Puerto Rico. En la última década de ese período (1920-29), la producción de
RD se había multiplicado por 5 (266 mil toneladas) pero apenas representaba el
5.9% de la producción de Cuba y la mitad de la producción de Puerto Rico. Estas
cifras muestran la velocidad de avance de la industria azucarera y el reducido
tamaño relativo de la industria dominicana en el Caribe. Sin embargo, constata
que ya en la segunda década de este período, la economía dominicana había
superado la economía haitiana en magnitudes absolutas, medido por exportaciones
reales (Gráfico 1).
Trujillo (1930-1960) inicia un rápido proceso
de acumulación de capitales y comprendió desde muy temprano, como señala Moya
Pons (1977), que su riqueza personal dependía del crecimiento de la economía
del país. Desarrolló una industria de sustitución de importaciones totalmente
al margen de los mecanismos de mercado, convirtiéndola en una industria muy
ineficiente, basada en el uso del poder político lo que permitió un proceso
circular de acumulación de poder político y económico. Uno conducía al otro. El
modelo de acumulación fue exitoso mientras crecieran las exportaciones y entró
en crisis porque la dimensión política (la institucionalidad subyacente del
proceso de acumulación) generó una implosión del modelo económico. Ese período
fue de alto crecimiento económico medido por las exportaciones reales (6.3%) y
de relativa volatilidad (más del doble de crecimiento promedio).
La desaparición de Trujillo dio inicio a una
transición política (1960-1968) que conduce a los 12 años de Balaguer. Este
gobierno da inicio a una estrategia industrial-urbano basado en la sustitución
de importaciones (Modelo ISI de 1969 a 1982). La estrategia requería de una
rápida acumulación de capitales en ese sector a través de reducir el salario
real, sobrevaluar el tipo de cambio, subsidiar la tasa de interés,
descapitalizar la agricultura, además se acompañó de un activo programa de
inversiones públicas urbanas, entre otros. El resultado fue un aumento de la
penetración de las importaciones por unidad de producto (“endogenizando” la
crisis), un rezago social impresionante y una tendencia a un exceso de
capacidad instalada. Los excluidos seguían siendo la gran población que tenía
un salario real decreciente, un salario social que había llegado al mínimo, un
sector rural empobrecido, así como un proceso de hacinamiento urbano.
A partir de 1979 se intentó enfrentar el
rezago social a través del gasto público que reactivara la oferta de servicios
públicos y mejorara el salario promedio de la economía. Esta política demandaba
una reforma fiscal que nunca se hizo. Además, coincidió con la crisis del
petróleo en 1979 (pasa de US$13 el barril a US$30, Gráfico 2), el aumento de
tasa de interés internacional (casi llega al 20% entre 1979 y 1980, con la
política del Paul Volcker) y la caída de la demanda de exportaciones
tradicionales asociada cambio en la tecnología en la producción de azúcar de
maíz y a cambios en las preferencias de los consumidores. Esta
situación externa se combinó con el aumento del requerimiento de importaciones
por unidad de producto que se desprendía del Modelo ISI, todo lo cual provoca
una tremenda crisis fiscal y de balanza de pagos. Terminado así la
industrialización por sustitución de importaciones.
En 1982 se inicia una nueva transición hacia
la economía de los servicios que durará hasta 1990. Esta transición inicia como
un ajuste macroeconómico ortodoxo para enfrentar la crisis financiera y de
divisas. La lógica de esa política, acompañada con el FMI era simple: deprimir
la economía hasta encontrar la tasa de crecimiento del PIB compatible con el
equilibrio de la balanza de pagos. Los ejes fundamentales de la
política eran la devaluación, la liberalización de la tasa de interés, una
reforma fiscal (ampliación base tributaria, impuestos indirectos y reducción del
gasto público), flexibilización de los precios de la economía. En 1986, los
ingresos de divisas se habían reestructurado (por efecto de la devaluación y el
marco de incentivos), la economía volvía a crecer, el peso se revaluaba y la
economía se estabilizaba. El costo en calidad de vida fue inmenso, el desempleo
ampliado superaba el 27% en 1984, se deterioraron los servicios públicos y el
salario real se desplomó. (Gráfico 3)
En 1986, sobre la base de la nueva estructura
y dinámica productiva de la exportación de servicios, se intenta aplicar una
política económica que correspondía más al esquema de los 12 años de Balaguer.
Se intentó controlar el tipo de cambio y la tasa de interés, se aplicó un
activo programa de inversiones públicas, se intentaron controlar los precios,
así como se decidió el no pago de la deuda en pesos, pero si en dólares lo cual
aumentó la emisión de dinero. El resultado fue la crisis más profunda de la
economía dominicana desde que se registran cifras macroeconómicas: el desempleo
subió a 20%, más de 600 mil personas desempleadas, el nivel de precio había
aumentado en un 250% entre 1986-1990 mientras que la moneda se había depreciado
en casi un 200%, los apagones, la escasez de combustibles y alimentos
convirtieron las colas en una cotidianidad para la población y el PIB percapita
había caído en -7.2% en 1990. Al final, la población había pagado un alto costo
del invento de política económica del Dr. Balaguer.
En 1990 en el marco de una profunda crisis
política Balaguer negocia con las “fuerzas vivas de la nación” su permanencia
en el poder a cambio de iniciar la aplicación de las reformas neoliberales, que
habían sido sintetizadas en el Consenso de Washington. Entre 1990 a 1996 se
aplicó básicamente la parte fiscal mientras que de 1996 hasta 2000 se aplicó
con entusiasmo la liberalización y privatización. Era evidente que las reformas
neoliberales no reestructuraban los ingresos de divisas (cosa que había ocurrido
a mediando de la década de 1980), sino que desmontaban lo que quedaba de la
sustitución de importaciones (Gráfico 3).
Los años de 1992 al 2000 fueron de
crecimiento económico (casi 7%). Este crecimiento estuvo asociado a un ambiente
internacional de expansión (el crecimiento de EEUU fue de 3.84%), a la
Iniciativa de la Cuenca del Caribe, a las leyes de incentivo del turismo y
zonas francas y a la estabilidad macroeconómica después del pacto de Balaguer
en 1990 (Gráfico 4).
La dinámica de la economía había cambiado en
la década del noventa. Los ingresos de divisas (exportaciones no tradicionales
y servicios) eran apropiadas por los grupos privados creando una dinámica de
concentración del ingreso y poder que captura al Estado, debilitando aún más la
deficiente institucionalidad. Ello influye en la estructura del gasto público y
en el régimen impositivo, lo cual afecta la competitividad sistémica del país.
Esta dinámica conduce a mayor concentración del ingreso, a un ajuste en el
salario real (individual y social) a la baja, a una reducida elasticidad
producto empleo y pobreza. Además, contribuye a fortalecer la “paradoja del
progreso” donde el desarrollo del país se mide por las cosas y no por la
calidad de vida de la gente, convirtiendo al clientelismo político en el
mecanismo de inclusión social.
Pero la discusión de la dinámica de la
economía de las exportaciones de servicios (2000-2015) será la semana que
viene.
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