Por Miguel Ángel Cid Cid
La cultura alimentaria de nuestros pueblos vincula el sentimiento con
el paladar. “El amor entra por la cocina”, suelen aconsejar las madres a las
hijas en vías de matrimonio. Sin embargo, en los últimos tiempos, al abrirse el
país al mundo, el dominicano le ha dado la espalda a su cocina. Prefiere la
comida extranjera y se avergüenza de los
alimentos tradicionales con los que se crió.
En otros países existen políticas culturales inteligentes que
aprovechansus expresiones culinarias típicas, las convierten en gourmet,y las
usan para impulsarsu propio desarrollo. Para muestra dos botones.
En el 2003, participé en un evento en San José, Costa Rica. En el
hotel donde me alojé la primera ofertadel chef de desayuno fue el “calenta’o”.
Es decir, arroz calentado sobrante del día anterior. Día tras día el
ofrecimiento del platose repetía como un ritual. Parecía que quería venderme su
país en una ración de arroz. Luego me motivaba a probar otras degustaciones
exóticas.
De igual manera, en el 2010,asistí a un seminario en la
Universidad ITAM del Distrito Federal, México. En los descansos nocturnos la
delegación dominicana nos desplazábamos a conocer algún que otro lugar
emblemático de la metrópoli. Durante una de las giras fuimos a caer en Hard
Rock Café. Confieso que con algunos temores por lo “caribe” que resulta su
homólogo dominicano.Pero fue una sorpresa por lo asequible de los precios. Yel mayor
asombro fue la insistencia de los camareros para que probáramos los manjares de
tradición azteca. “Dele una probadita a esto, güey”.
Todo lo contario ocurre en República Dominicana. En los hoteles y
restaurantes dominicanos no sirven platos criollos. Peor aún, la gente siente
timidez en pedir una exquisitez local. Incluso seríen si alguien solicita
“concón” con habichuelas y salsa de carne guisada por
encima.
En los Resort, los del todo incluido, es imposible conseguir un moro
de habichuelas negras o de güandulescon chivo picante. Si el hotel resulta
cinco estrellas, no se moleste en preguntar por los moros, sean de habichuelas
blancas o rojaso de cualquier otro grano. Es que son lugares tan finos...
Tampoco hagas “cocote” con los deliciosos “asopa’os”, con los chambres,
los sancochos, las sopas de nervios levanta muertos o el suculento sancocho de
habichuelas.Ni por asomo se te ocurra pedir al camarero un mondongo con paticas
de cerdo y un chin de nervios de res.
El locrio de chicharrón, las costillitas de puerco, el bacalao o el
arenque, son inimaginables en un restaurante de segunda o un hotel de paso.De pura
chepa te ofrecerán un arroz con pollo que no llega ni a locrio de pollo mal
hecho.
A regañadientes te preparan mangú, puerco asado, cazabe, arroz
blanco y tostones o mofongo. No sin antes insistir en servirte un churrasco
importado.
Las entradas y entre mesas no son tradición en la cultura
alimentaria dominicana. Nosotros no entramos, sino que pasamos directo al plato
fuerte. Con todo y lo abrupta de la entrada, preferimos los “trozos” a los bocadillos de la gastronomía nacional.
Cuando el mozo te pregunta “¿Qué deseas de entrada?”Es no comúnresponder:
traiga un chulito, una arepita o una empanadita de yuca guayada. Pero cuidado
si pides un par dealbóndigas de carne molidao bollos de maíz hervidos. El tipo
se puede ofender.
El desprecio por lo nuestro y la sobrevaloración de lo extranjero,
impide al dominicano ser auténtico. La vergüenza raya en lo ridículo cuando nos
dan a probar un ron de gran calidad. Al degustarun buen ron,el dominicano
exclama, “¡Esto no es un ron, esto es un whisky!”, como si no se fabricaran
whiskies de calidad inferior a la del peor de los rones criollos.
Esto acontece por no tener una política cultural que promueva los
valores locales como una forma de propiciar el desarrollo de nuestra cocina. No
en balde Perú centra su campaña de promoción de la nación inca al través de su rica
y variada gastronomía.
¿Si como lo saben bien nuestras mujeres, el hombre se amarra con
la cocina, acaso no se puede atar el desarrollo local con la sabrosura de un
chencheno un pescado con coco?
Raudy Torres debería ser nuestro Ministro de Turismo. Vitalicio.
Miguel Ángel Cid
Twitter: @miguelcid1
5julio 2016
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