Por Miguel Ángel Cid Cid
La cultura, como la vida, es dinámica, cambiante. “Nadie se baña en el
río dos veces, porque todo cambia en el río y en el que se baña”, nos señala
Heráclito desde hace más de 2500 años. “No hay nada permanente, excepto el
cambio”.
La lengua-cultura va ajustándose al estado de las cosas. Las palabras
van acoplando sus significados, mientras los conceptos adquieren redefiniciones.
Enfermedades surgen, evolucionan, desaparecen. Y brotan otras. La ciencia
médica promueve políticas de salud, y el Estado las adopta para controlarlas enfermedades.
Esos avances del sistema de salud han dejado atrás varias imperfecciones físicas que eran comunes
en nuestras comunidades barriales. Pongamos por caso el estrabismo.
Décadas atrás, cada pueblo tenía su “bizco”. Tampoco faltaba el “gamba
‘o”, el “gago” y el “mudo”. ¿Qué significan estos términos y cuales eran las
dolencias que describían?
El “gamba ‘o” es la persona que nació con las piernas arqueadas, como si dibujaran un entre paréntesis. El gago,
en cambio, es una suerte de tartamudo que se queda paa-paaa-paaaaaa-patinando
en la primera sílaba de cada palabra. El mudo es la persona que, al padecer de
sordera, no escucha los sonidos, lo que le impide desarrollar la capacidad de articular
palabras.
Todas estas personas sufrieron, día a día, de la vecindad y hasta de
su propia familia, maltratos, burlas y desconsideración. Los vejámenes se
expresaban en improperios y términos despectivos. Siempre eran llamados por el
mote relacionado con la molestia física que los afectaba.
El bizco es aquella persona con estrabismo, o sea, que tiene el
problema visual que hace que los ojos no estén alineados correctamente y
apunten en diferentes direcciones (Academia Americana de Oftalmología). El
lenguaje popular elimina la z, produciendo un sonido duro y seco: “bico”. “Bico,
ven acá”. El solo hecho de no pronunciar la (z) le imprime una carga de
violencia despectiva a la frase.
En nuestros barrios es común el chiste que dice que si te encuentras
con un “bico”, lo primero que debes aclararles es “¡Te vi primero!”. Y si no lo
haces tendrás años de mala suerte. Más de una persona ha perdido la vida por
cuenta de tal ofensa.
Bella Vista, Santiago de los Caballeros, barrio ubicado en el suroeste
de la ciudad, al otro lado del río Yaque, tuvo más de un bizco en el pasado.
Felipe Marte, un joven adolescente, espigado, de hablar tosco, pero
siempre vestido de manera formal, nació con un estrabismo en el ojo izquierdo. Sin
embargo, algún tiempo después, los avances en materia de salud, y del bolsillo,
le permitieron hacerse una cirugía ocular para resolver el problema visual.
La operación fue un rotundo éxito. No sólo se le alineó su ojo
izquierdo, sino que su autoestima se fortaleció y devino en una persona segura
y relajada.
Cuatro meses después de la cirugía, un excitante juego de básquetbol
se celebróen el barrio, organizado por el Club 27 de Febrero, en el local del Club
Caza y Pesca.
Felipe se movía en el público confiado, dueño de sí. Las emociones inundaban
el ambiente, las testosteronas se podían respirar, pues el contacto físico
entre los jugadores era cada segundo más rudo y violento.
Fueen ese contexto cuando un pase rápido de balón no pudo ser retenido
por Bladimir, el centro del equipo favorito. La bola fue directa a las manos de
Felipe Marte, quien la esperaba para atraparla. Él la retuvo unos segundos. El
jugador, incómodo por el error cometido, quiso descargar su ira sobre Marte: “Bicoei’diablo,
tira la bola”.
Felipe lanzó entonces el balón a Bladimir. Y, en milésima de segundo, dio
medio giro hacia su derecha y le encajó una trompada en un ojo al jugador impertinente.
--“Tu no ves que ya yo no soy bico, coñazo”, exclamó.
Miguel Ángel Cid
Twitter:
@miguelcid1
20enero 2016
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