Por Félix Santana
García
La semana reciente transcurrida los medios de
comunicación se hicieron eco de las informaciones ofrecidas por el Directorio
Ejecutivo del Banco Mundial (BM) la cual daba cuenta de que ese organismo multilateral
aprobó un nuevo préstamo para la República Dominicana por US$60 millones
destinados a fortalecer la gestión y transparencia de las finanzas públicas.
Al mismo tiempo, el Poder Ejecutivo antes de llegar el
sábado de la semana pasada sometió al Congreso Nacional un contrato de préstamo
por US$50 millones, suscrito entre República Dominicana y el Banco
Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF) para proyectos educativos.
Pero eso no es todo, el Banco Europeo de Inversiones
(BEI) otorgó un préstamo por US$100 millones a la Republica Dominicana para
mejorar las redes eléctricas de Santo Domingo Este.
Conforme explica el informe julio-septiembre 2015 de
la Dirección General de Crédito Público, dependencia del Ministerio de Hacienda
(MH) la deuda del Sector Público no Financiero (SPNF), creció en US$154.7
millones en tres meses.
Ante esta situación los agentes económicos y público
en general se sienten sumamente alarmados, no obstante las autoridades
explicar que aún hay holguras que permiten al país seguirse endeudando.
Pero en el momento de analizarse que todos los años el
país ejecuta un presupuesto deficitario y de que este se financia
fundamentalmente con nuevos préstamos los que pueden causar presiones
inflacionarias los dominicanos se atemorizan al saber que otras naciones han
tenido que enfrentar situaciones de calamidades financieras al no someterse a
una apropiada disciplina fiscal.
Se podrá argumentar o conceptualizar que algunos de
estos créditos han sido otorgados al país bajo condiciones concesionarias o de
bajas tasas de interés relativas pero en el momento de calcularse el costo de
capital promedio ponderado que el país asume frente a un bajo
rendimiento de ejecución de los fondos desembolsados de dichos préstamos se
tendrá que expresar que el país presenta resultados negativos al ser
simplemente un exportador neto de capitales.
Situación que sucede periódicamente de forma
recurrente sin que las autoridades, no obstante advertírsele que se sometan al
control fiscal recomendado por economistas, financistas y organismos
internacionales continúan haciendo caso omiso ya que se trata de un barril sin
fondo y que no hay dolientes por lo que pueda pasar al país ante una posible
secesión de pago de sus compromisos financieros.
La deuda publica crece y crece colocándose en unos
niveles en lo que el servicio de dicha deuda representa ya más del 42% de los
ingresos tributarios y un 51% del Producto Interno Bruto (PIB).
La macroeconomía del país crece entre un 5% y un 7%
respecto a períodos anteriores mientras el costo promedio ponderado de los
fondos tomados en préstamos equivale a un 12% o un 14% lo que quiere decir que
el país se desenvuelve en un ámbito negativo lo cual lo señala como un país
ineficiente en sus operaciones.
Pero nada de esto preocupa al gobierno dominicano del
Partido de la Liberación Dominicana (PLD) presidido por el Presidente Danilo
Medina Sánchez quien dentro de su estilo de gobernar ahora es sordomudo, con un
pronunciado miedo escénico.
No delega, no trabaja en equipo ya que todo lo
centraliza y para colmo se enclaustra en la casa de gobierno sin que ni los
periodistas que cubren las fuentes del palacio puedan verlo ni hablar con él.
El país necesita con urgencia un nuevo estilo de
gobernar apegado a los nuevos tiempos donde reine la comunicación fluida y la
transparencia y se elimine el tráfico de influencia y la corrupción en todas
sus manifestaciones, donde prime la calidad del gasto para evitar más
endeudamiento que pueda arrastrar al país a la banca rota total.
Ya basta de endeudar a las presentes y futuras
generaciones dominicanas que tendrán una vida azarosa. El país se ha cansado de
este estado de cosa y su gobierno se desgasta aceleradamente pues ya no tiene
espacio para donde crecer y mucho menos innovar. El pueblo pide
cambio, el cambio posible.
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