lunes, 28 de septiembre de 2015

La Convergencia debe apostar a lo nuevo


Por Hecmilio Galván 

El quiebre político iniciado con el secuestro y posterior destrucción del Partido Revolucionario Dominicano PRD, a lo que se suma la notable decadencia del PRSC, representa un punto de inflexión en la política dominicana qué hace tiempo estaba dando señales de agotamiento. 
La mayor parte de los países de América Latina habían provocado quiebres sistémicos su estructura política, como es el caso de Venezuela en 1998, el caso de Ecuador 1997 y 2005, Bolivia 2002, Brasil 1997, Argentina en 2001, Paraguay 2008, Honduras 2010 y más recientemente Guatemala 2015. 
Casos interesantes en el mundo son el ejemplo de Podemos, nacida al fragor de las protestas de los indignados de la Plaza del Sol en Madrid, al igual que los casos de Irlanda y de Grecia con Syriza. Estados Unidos en el 2008 provocó un hito al elegir a su primer Presidente negro de la historia, mientras que el movimiento “Ocuppy Wall Street” como la mal llamada Primavera Árabe, que después devino en cualquier otra cosa, mostraba que el mundo entero reclamaba cambios profundos en el sistema político. 
República Dominicana no escapa a esa realidad. Desde hace tiempo hemos venido planteando la superación del sistema de los mal llamado partidos tradicionales y en 2012, un empoderamiento masivo de la sociedad produjo las manifestaciones más grandes de los últimos tiempos; lo que  ha producido en un aumento de la conciencia cívica que ya venía creciendo con las luchas contra el Rock-Ash, por la defensa del medio ambiente, así cómo por la defensa de Los Haitises y el 4 por ciento para Educación. 
La República Dominicana de hoy no es la misma de antes del 2012, ni la misma de antes del Pacto de las Corbatas Azules, ni la misma después de que la reelección de Danilo Medina provocase la última frustración política del presente. 
La sociedad Dominicana ha aumentado sus niveles de conciencia, empoderamiento y movilización (aunque no siempre con el mismo nivel) y ha sufrido en carne propia de la política tradicional representada por el clientelismo, la corrupción, la demagogia y, sobre todo, la falta de solución de los problemas nacionales. 
Danilo Medina, que se quiso presentar como una diferencia frente a la política de la simulación y el descaro que impuso Leonel Fernández, devino en el gran fiasco para una sociedad que le exigió más una vez, combate a la corrupción, fin de la impunidad, un 4 por ciento para la educación bien administrado, así como un gobierno que resolviera los problemas del país. La supuesta popularidad que tuvo, no era más que la esperanza del pueblo, para que se diferenciase de Leonel, asunto que solo hizo en la estética. 
El reciente acuerdo entre Miguel Vargas Maldonado y Danilo Medina Sánchez es la última estocada al sistema tradicional de partidos del país. 
Es la última opción de la política tradicional; representa la antítesis de lo nuevo. Responde a la lógica de la política como reparto y es la política como negocio, como repartición de la riqueza nacional y responde y representa un sistema de partidos anquilosado, sin interés de lograr superar los males de la nación. 
Sin embargo, los engranajes del poder, el secuestro institucional, la cantidad inimaginable de recursos económicos hurtados al pueblo, el manejo y control de los medios de comunicación y hasta de la institucionalidad gremial, hacen qué estás no sean unas elecciones cualquiera, sino un enfrentamiento desigual, en el que está en juego la posibilidad de volver a competir. 
Ante este nuevo escenario político mundial y regional, y ante la compleja realidad política que vive el país, estamos obligados a tomar decisiones estratégicas y trascendentes que nos permitan demostrarle al país que realmente representamos la alternativa frente al Estado de cosas a que el PLD ha sometido a la sociedad dominicana. 

La ciudadanía, frente al PLD gobernante, va a reclamar una opción realmente distinta y superadora, que no se convierta en un reciclaje de figuras y discursos, si no en una verdadera propuesta de cambio real, que rompa definitivamente con el modelo económico, la cultura política y la situación social a que nos han sometido. 
Es por tanto que tenemos que asumir qué somos el cambio; Somos la altenabilidad, somos la diferencia, y para serlo, tenemos que hacerlo distinto; no solo desde el gobierno y las posiciones locales, sino también durante la campaña, durante nuestra conexión con la ciudadanía y nuestro quehacer diario. 
La Convergencia por un Mejor País, el PRM, los partidos reconocidos y sobre todo los movimientos sociales tienen un rol que estelar que jugar para defender y proyectar el cambio; el cual no es sólo una consigna sino, que es una práctica diaria. 

Apostar por el cambio y a apostar por lo nuevo están estrechamente vinculados. La Convergencia  no debe presentarse como la repetición de las escenas conocidas, de los caminos recorridos y de las formas tradicionales, si no como la renovación del liderazgo Político Nacional; la transformación de la cultura política desde la cultura del reparto hacia la cultura el compromiso social.
Por eso por eso tenemos que esforzarse esforzarnos plenamente en cambiar nosotros también, en generar propuestas posibles y viables de cambio, e irlas ejecutando en nuestro en nuestra cultura política y formas de hacer campaña. 

Clave es en ese sentido la conformación de una boleta nacional que represente el espíritu y las ambiciones de cambio del pueblo, que represente la renovación de la clase política y sobre todo la transformación de una cultura política que permitirá la transformación económica y social del país. 
La boleta de La Convergencia, qué incluye a todos los partidos y movimientos que son parte, no puede ser la suma de ex perredeistas, ex reformistas o reformistas y peledeístas disgustados,  si no la acumulación de la lucha social, la diversidad, las mejores trayectorias y, sobre todo, el mejor compromiso político del momento.
Todos caben, hay espacio hasta para lo tradicional, se debe mezclar lo mejor de lo viejo con lo mejor de lo nuevo; pero lo nuevo, lo novedoso, lo no tradicional y, sobre todo, lo que representa el cambio debe ser la insignia y la marca de esta coalición qué quiere cambiar el país. 

Hecmilio Galván es Director Ejecutivo de La Convergencia. 

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