Por Melvin Mañón
Simón Guerrero S. en
una publicación reciente titulada: “A cualquier guaraguao le sale su petigre”
consigna: “Esta expresión es muy
común entre nuestros campesinos, y la usan siempre que aparece un abusador que atropella
y humilla a los más débiles. Para entender el sentido del refrán, echemos una
ojeada a los protagonistas. El Guaraguao (Buteo jamaicensis) es un ave de
rapiña que pertenece a la misma familia de las águilas (Accipitridae). Mide
cerca de 24 pulgadas y pesa unas 3 libras. Es un ave poderosa muy eficaz para
cazar piezas grandes como Conejos”. El petigre por su parte “Mide apenas 8
pulgadas y no llega a 2 onzas, pero nada más es chiquito. En época de cría,
ataca y hace huir a cualquier ave que viole su territorio, así se trate de una
garza o de un guaraguao”. Cualquier relación, comparación, equivalencia
del comportamiento del petigre Vs. el guaraguao con la situación que enfrenta
la sociedad dominicana Vs. el PLD es categóricamente intencional.
El petigre es un ave
pequeña y audaz, no es más grande que el famoso ruiseñor y comparte con estos
algunos colores en el plumaje; no canta con la gracia de aquel pero pelea con
fiereza y con astucia en defensa propia y de los suyos. Cuando un guaraguao o
halcón merodea amenazante la familia del petigre ocupando su territorio y
poniéndolo en peligro, este lo enfrenta allí donde el otro es más vulnerable,
en pleno vuelo. El petigre lo ataca con el pico por debajo de las alas que es a
todas luces el punto crítico del agresor por la cantidad de venas, tendones,
ligamentos y nervios que atraviesan el ala y quedan desguarnecidos cuando el
guaraguao o el halcón las despliegan durante el vuelo.
El petigre sabe que
el halcón, como el guaraguao, ostentando un diseño muy aerodinámico depende de
sus largas y eficientes alas para remontar el vuelo, maniobrar con la brisa,
permanecer suspendidos entre las corrientes de aire, descender en picada
vertiginosa y atacar precisos e implacables. Se trata de un animal peligroso
equipado con garras filosas y fuertes para matar, una visión de largo alcance y
precisa y un pico encorvado en la punta y diseñado para desgarrar la carne de
sus víctimas. El petigre no puede despojar al guaraguao de sus garras, ni
de su pico ni privarlo de la visión extraordinaria con la cual localiza sus
víctimas a grandes distancias. El único punto posible de ataque del petigre,
donde más daño puede hacerle al guaraguao, sin morir en el intento, es dañando
las alas del guaraguao pues así lo inhabilita para ejercer como ave de rapiña.
Para lograrlo el petigre acude a la velocidad, maniobrabilidad, coraje y
astucia que le permiten, en pleno vuelo, colocarse debajo de las alas de su
enemigo desde donde ataca sin poder ser atacado. El guaraguao, acosado, decide
escapar. No soporta los picotazos del petigre porque sabe que a la corta o a la
larga dañará una cualquiera de sus alas. Igual acontece si encuentra el
guaraguao posado en una rama. Lo obliga a abandonar el lugar. Es
impresionante el espectáculo y lo he presenciado en numerosas ocasiones. El
petigre se lanza en vuelo rasante sobre la cabeza del guaraguao o del halcón,
grita, chilla, hace piruetas amenazantes y sea por hastío o sea por cansancio o
vaya usted a saber que le dice al oído logra que el guaraguao o el halcón
abandone el lugar. Es mucho lo que puede aprenderse de la conducta de los
animales si estamos dispuestos a observar.
Años atrás, mi amigo
y compadre Alfonso Ferreiras era director del zoológico. Un día, me mostró en
una colección de fotografías, hechas por él, un enfrentamiento entre dos
rinocerontes. En todas las fotos, cada rinoceronte trataba de atacar a su
contrario buscando herirlo en una de las patas traseras. Ante mi sorpresa por
semejante forma de ataque Alfonso me explicó:
-Alexander, después
de estar herido en una pata trasera, ningún rinoceronte puede montar a la
hembra. No le es posible soportar su extraordinario peso en una pata herida.
Queda inutilizado.
En ambos casos la
moraleja es evidente. Debemos asimilar del petigre no solamente su disposición
de lucha, sino su astucia y del rinoceronte su eficiente identificación del
punto débil del enemigo, su capacidad para concentrarse. La propia
supervivencia de estos animales ave y mamífero depende de saber buscar y
encontrar la manera de golpear a su enemigo por su punto débil.
Si los que sufrimos
opresión, inseguridad, explotación y abuso en este país vamos a deshacernos del
PLD que lo perpetra tendremos que aprender del petigre. Enfrentados, cada uno
por su propia supervivencia, tenemos la opción de luchar, desgastarnos y
fracasar. Pero también tenemos la opción de saber luchar, acumular fuerzas,
golpear por su punto débil al enemigo y triunfar. En verdad os digo, no depende
de los millones del PLD. Depende de nosotros. ¿Por dónde lo atacamos? ¿Por
todas partes? Por cualquier lado? La respuesta es un rotundo no. ¿Cuál es
entonces ese punto débil? ¿Cómo localizarlo? ¿Cómo identificarlo? ¿Tiene el PLD
un solo punto débil o tiene varios? Y si es así, los golpeamos por todos, o
escogemos de entre los puntos débiles aquel que nos de mayor ventaja? ¿De qué y
de quién depende? En verdad os digo: depende de nosotros.
Que nos importa
ahora un debate sobre el procedimiento constitucional empleado para permitir la
reelección de Danilo Medina ni tampoco si este se desenvolvió en el terreno
jurídico, político o en ambos, si todos sabemos que los votos fueron comprados,
que todo, debate y decisión estuvo corrompido, viciado y que por tanto, la
ilegalidad de la compra vicia, invalida y anula todo lo que de dicho accionar
derive. Ya no sé en qué forma o idioma decirlo. El PLD hará contra
nosotros todo aquello que nosotros no seamos capaces de impedirle. Esa es
la norma. De nosotros depende. Aprendamos del petigre.
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