Por Faustino Collado
Mis amigos y
amigas: No solo el Hotel Francés se ha derrumbado, en la Mercedes que no es
Mercedes, ni nada, sino leyenda.
Antes se había derrumbado el sigilo, el pudor y la añoranza.
Se derrumbaron los mitos de las academias y las bibliotecas, pues ahora el conocimiento está en el aire y los títulos sirven de poco para trabajar y acumular.
Se derrumbaron los politburó, el último de los cuales fue el del PLD, y con el la disciplina. Retumba en las tumbas de alfombras moradas, blancas y rojas la consigna: ser peledeista es ser un soldado, valiente, consciente y disciplinado.
Se derrumbó el domingo, pues el pos capitalismo ha hecho todos los dias laborables. Total, si el domingo era fiesta pagana, y el libro de los sabios lo que dice es que se debe guardar el sábado, lo mejor es derrumbarlos a todos o inventarnos el octavo dia: el día de los derrumbados.
Se derrumbó la esperanza, que, aunque insinuó Victor Hugo, no es lo último que se pierde, al final, con ella o sin ella, la realidad da de frente, y solo los poetas y los testaduros, fuñidores y jodedores deambulan a contravientos, sean estos alisios o de torres sobre valoradas.
Se derrumba el sol, ya no es el astro rey, el rey es el o la que ha logrado ser feliz contemplando cómo se derrumba la primavera de febrero.
Conjuguemos, pues el verbo derrumbar.
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