Por Eduardo Sanz Lovatón
En
estos días en que la Constitución quiere ser reformada por apetencias
personales o de grupo, es importante traer aquellos días de abril de 1965. La
sociedad dominicana dividida por un gobierno de facto que había ejecutado un
golpe contra el primer gobierno democrático de nuestro país. Un ataque al
Palacio Nacional encabezado por el coronel Fernández Domínguez levanta a todo
el pueblo, junto a militares que se alinearon en la defensa de la Constitución
de 1962 y por la reposición del gobierno del PRD.
Así
nace la gesta más heroica en que participaron los dominicanos y dominicanas en
el siglo XX. Así, el pueblo alzado en armas defendió, primero la
constitucionalidad y luego la soberanía nacional ante la invasión de los
marines de las fuerzas norteamericanas de ocupación. Por primera vez, los
dominicanos pudieron resistir a los embates, en conjunto. Hoy las armas son
otras, la defensa de lo justo es un deber de todos los que consideramos que
debemos tener un país mejor.
La
valentía de Ciudad Nueva es el hito donde vimos que era posible reunir a todos
los sectores de avanzada junto al pueblo. En nuestra conciencia nacional aún
resuenan los disparos de lo que debió haber sido una gran oportunidad para instalar
de una vez y para siempre las libertades y la democracia en nuestro país.
Ahí
está el Versainograma a Santo Domingo, de Neruda y el reconocimiento de un
estadista de la talla de Charles De Gaulle, quien además de solidarizarse con
nosotros, elogió la bravura con que el pueblo dominicano defendió su soberanía
y el sueño de volver a la constitucionalidad y a la democracia. Prueba
irrefutable de que las inteligencias más altas nos reconocen como pueblo y
admiran nuestro heroísmo resistente.
En
aquel tiempo se trataba de volver a los derechos que planteaba la Constitución,
cuando un gobierno corrupto y que no fue electo democráticamente, oprimía a la
población sin reparos. Entonces el pueblo dominicano demostró que puede detener
el retroceso y puede encenderse de ganas de vivir mejor, de luchar por los
suyos.
Ahora,
en tiempos en que no hace falta armas ni enfrentamientos violentos, hace falta
rescatar esa herencia. La semilla que sembraron aquellos héroes de abril, que
decidieron darlo todo porque podamos vivir en un país donde la Constitución y
la democracia se respetaran, no cayó en tierra infértil. Cada día crece en el
seno de los dominicanos y dominicanas las ganas de superar las miserias, la
indolencia, el deterioro de su calidad de vida.
Pongamos
todas nuestras energías en la búsqueda de una vía que permita la unidad de los
sectores sociales populares, que permita avanzar en una agenda que acoja los
valores democráticos y las verdaderas inquietudes y necesidades de la gente.
Esa agenda, que haga posible un proyecto de país distinto, encuentra en el
nuevo liderazgo de la oposición su herencia más genuina.
Empecemos
a andar ese camino que nos unirá en el trabajo bien hecho para reconstruir lo
que la ambición peledeísta nos ha hecho pedazos. Inicia una nueva etapa en la
que tenemos que reconectar con la gente, con la sociedad civil, con el corazón
del pueblo. Levantemos la voz, hagámonos eco de la necesidad de ponernos
en pie y hacer lo que falta para que el futuro sea una realidad. Volver a abril,
a la ilusión de que es posible vivir de un modo distinto, tener esperanza. Juntos, podemos hacerlo.
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