Por Nélsido Herasme
El municipio de Tamayo, cuna platanera y de otros rubros
agrícolas de la provincia Bahoruco, está escribiendo su propia historia. Allí
se está haciendo camino para echar andar el progreso de esa pujante municipalidad,
surco que está siendo abierto por el altruismo de unos muchachos
organizados en la Fundación Jóvenes de Tamayo (FUNJOTA).
Mientras las obras de relumbrón, las que se ejecutan en las
grandes ciudades, aquellas que se tragan en gran medida el presupuesto de la
nación, los jóvenes de Tamayo, con el pecho y corazón, en el marco de las
posibilidades, con la ayuda de todos, van dando respuestas a los calamitosos y
estratégicos reclamos de esa empobrecida comunidad del sur profundo.
Unos de los graves y grandes problemas que acusa
Tamayo es el que tiene que ver con la salud, donde a veces familiares se ven
obligados a trasladar a sus pacientes a centros asistenciales localizados en
las afueras del municipio, porque los servicios que allí se brindan son
precarios.
Niños, adultos mayores y mujeres en estado de embarazos en
estas zonas de alta vulnerabilidad, son victima de violentas enfermedades, que
los colocan en situaciones, a veces de muerte.
El licenciado Luís Monte de Oca (Milciadín), es el
presidente de FUNJOTA, un hijo de las entrañas del municipio de Tamayo de
la Provincia Bahoruco, preocupado por la problemática educativa, deportiva
y constructor de esperanza y futuro de su municipio.
Para Milciadín la salud seguirá ocupando un primer orden
dentro del deseo de desarrollo, es de ahí que su institución se mantiene
realizando operativos generales de salud en todos los órdenes.
Milciadín una vez presidió la Asociación de Estudiantes
Universitarios de Tamayo (ASEUTA) y más tarde el Bloque de Asociaciones de
Estudiantes Universitarios de la Provincia Bahoruco.
Este joven, es un excelente profesional de la contabilidad,
quien se ha desempeñado como Jefe del Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Tamayo,
ostentando el rango de teniente coronel.
El testimonio de vida y la hoja de servicio de
Milciadín, lo hacen merecedor del sitial en que los tamayeros lo mantienen
colocado.
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