Por JUAN T H
Hace
días el viejo amigo José Rafael Sosa me envió una comunicación vía Internet
para asistir a un coloquio sobre el libro Pulsaciones de Radhamés Gómez Pepín.
Me dijo que sería parte de los expositores. Luego me llamó Radhamés Gómez
Sánchez (Chiqui), su hijo. Con gusto dije que sí aunque no había visto la obra.
Al
llegar al auditorio del Museo de Arte Moderno pensé que estaría lleno de colegas
y amigos. Pero no fue así. Ni siquiera los periodistas de El Nacional estaban
allí, lo cual me entristeció mucho. El autor del libro se encontraba en un
hospital esperando ser intervenido quirúrgicamente, lo cual debió ser otra
razón para ir al encuentro. (Por cierto, Radha salió muy bien de la operación.
Así que espero lo tengamos vivo y de buen ánimo por mucho tiempo más)
De
todos modos allí estaba el poeta Juan José Ayuso, el querido compadre y amigo
de toda la vida, su hijo Chiqui, que llevó un libro que su padre le regaló
cuando apenas tenía tres años de edad, y quien suscribe, hablando sobre el
libro.
Apresuradamente,
para no improvisar, escribí algunas líneas que quiero compartir con los
lectores:
¡Increíble!Como
pasa el tiempo, viejo.
Hace 30 años que entré a laredacción de El
Nacional con más miedo que vergüenza por la fama bien ganada de gruñón que
alcanzaste en todos los medios por donde dejaste tu impronta.
Las
teclas de las máquinas de escribir saltaban en todos los escritorios mientras tú
apresurabas el paso porque se acercaba la hora fatal de cierre. Por alguna
razón nunca pudiste estar sentado en tu escritorio. Caminabas de un lado a otro
por las instalaciones del diario, primero como subdirector y luego seguiste
igual cuando te nombraron director porque Cuchito (Mario Álvarez Dugan) fue
designado en el matutino Hoy.
Durante
esos 30 años te convertiste en algo más que el jefe de El Nacional para mí. No eras solo el que impartías
órdenes, corregía, daba boches estruendosos y que gritaba desesperado después
de las once de la mañana. Con el tiempo
te fuiste haciendo parte de algunos de los periodistas bajo tu mando.
Te
convertiste en una escuela de redacción periodística.
Tú,
que no fuiste a ninguna universidad, como muchos de tu generación, te convertiste en una universidad de la
comunicación. Demostraste que para escribir bien, más que la escuela, es
necesario tener talento, conocimiento del idioma y de la técnica. La práctica
se encargará del resto.
Tu
columna“Pulsaciones” fue una escuela para mí.
Pocos
periodistas pueden resumir sus ideas en un par de cuartillas con la claridad y
brillantez de Radhamés Gómez Pepín. Pocos pueden, aún hoy día, decir lo que hay
que decir con pocas palabras. Radhamés siempre escribe para el lector menos
instruido sin descender a su nivel educativo y cultural. ¡Y para hacer eso hay
que ser un maestro de la palabra escrita!
Y eso
es Radhamés para mí: ¡Un maestro del periodismo!
Hace
muchos años le dije a Radha (Radhamés) que publicara un libro con sus
artículos. Se opuso. Se lo dije muchas
veces a lo largo de estos 30 años. Nunca quiso. No sé si fue Cuqui Sosa, Chiqui
Gómez, su hijo, que lo convencieron. Tal vez fueron los años que lleva con
orgullo sobre sus espaldas. Sea como sea, lo bueno es que finalmente el libro
se hizo. Y constituye, sin duda, un excelente legado para la familia, entre
quienes me encuentro, sus amigos y las nuevas generaciones de periodistas.
Este
libro, que recoge apenas el 12 por ciento de los artículos de Radha, debería
ser obligatorio en todas las escuelas de comunicación.Todo el que aspire a opinar
en los periódicos debe ir a esta fuente inagotable de “Pulsaciones”, no solo
para aprender a escribir y opinar, sino para conocer la historia del país de
los últimos 60 años.
Algunos
amigos dicen que tengo el carácter de Radha. Que gruño, grito y peleo tanto
como él, a lo que respondo: “No exageren”. De todos modos en 30 años a
cualquiera se le pegan las vainas de Radhamés. ¿Verdad Chiqui?
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