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Por:
Isaac Terrero y Julio Alejo
De la anterior
publicación habíamos contraído como deuda moral, analizar las implicaciones del
liderazgo del asociativismo municipal con la responsabilidad social y el rol
organizacional individual y colectivo, así como su vinculación con el próximo
proceso eleccionario.
Siguiendo la
secuencia del escrito de la pasada semana, la responsabilidad social del
asociativismo municipal está formada por la responsabilidad social de cada una
de sus partes, incluyendo al propio liderazgo, quiere decir entonces que los/as
lideres/as deben asumir doble responsabilidad, la suya propia y la que le
endilga su condición de guía de la causa, que en este caso está contenida en
los estatutos de las entidades asociativas de la municipalidad y que ha sido
reseñada en el anterior escrito.
Es el
liderazgo, en cada una de sus instituciones, el responsable de conducir al
asociativismo hacia la asunción de un rol acorde con su responsabilidad social
organizacional, ósea, de encaminarlo a jugar un papel de asistencia y asesoría
técnica, así como promoción y defensa de la autonomía municipal y la descentralización
local, para con ello impactar en la mejoría de los servicios que prestan los
gobiernos locales y consecuentemente mejorar la calidad de vida de la
ciudadanía.
Esta precisión
conlleva a la formulación de una importante interrogante. ¿Existe coherencia
entre el ejercicio del liderazgo, el rol institucional que actualmente juegan
las entidades y la responsabilidad social del asociativismo municipal? De ser
cierto, entonces, no hay manera de explicar las causas de los tímidos
resultados visibles obtenidos por el tejido asociativo en comparación con las
cuantías de recursos del erario destinados a solventar el logro de ese
compromiso social.
Asimismo, es
cuestionable la falta de apropiación de la responsabilidad social colectiva por
parte del liderazgo local de manera individual, ya que son numerosos los casos
de autoridades locales involucradas en hechos y situaciones reñidas con ley,
algo que proyecta una mala imagen grupal. Pero también, por citar un tema, son reducidos
los casos de autoridades locales que desarrollan prácticas reales y sin
manipulación de la participación ciudadana en la gestión de sus gobiernos, lo
que desdice mucho del compromiso de las partes con la responsabilidad social
del todo.
Si como
establece el experto Manuel A. Cortes Cortes, toda organización es creada con
el propósito fundamental de servir a la sociedad, entonces, todo liderazgo que
resulte del asociativismo debe responder al compromiso social contraído de
manera individual y colectiva, debe servir de ejemplo a emular por sus iguales.
De acuerdo al experto, si toda organización que no cumple con su función social
tiende a desaparecer, lo propio ha de ocurrir con el liderazgo del
asociativismo que no asuma la razón social de su existencia.
El problema
del asociativismo municipal no se encuentra en su declaración escrita de
responsabilidad social, contenida en su concepción filosófica, por lo tanto,
hay que buscarla, necesariamente, en el tipo de liderazgo que se ha venido
ejerciendo desde hace algunos años, que es el responsable del rol que han
asumido las entidades asociativas de la municipalidad y los limitados
resultados que se registran.
Los próximos
congresos electores y asambleas eleccionarias constituyen el escenario perfecto
para producir una evaluación critica de los/as lideres/as que hasta este
momento han llevado la dirección del asociativismo local. Dicha evaluación debe
tomar en cuenta aspectos mucho mas allá de la cuestión partidaria y de mayorías
mecánicas. Para ello es necesario, que previo a que se inicien dichos procesos,
se definan una serie de criterios que perfilen el tipo de liderazgo que debe
dirigir las organizaciones asociativas municipalistas.
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