Por JUAN T H
Es un
axioma que “el todo es más importante que cualquiera de sus partes”. En otras
palabras, el país es más importante que los partidos políticos, incluyendo al
Partido Revolucionario Dominicano (PRD) que hoy está al servicio de los peores
y más inescrupulosos intereses nacionales.
La
mayoría de los partidos grandes del mundo han desaparecido o se han
transformado obedeciendo a los cambios de las sociedades. Nada dura para
siempre. El PRD no es, ni puede ser, una excepción.
La
historia de los partidos, cuyo propósito
fundamental es la toma del poder, es tan cambiante y efímera como las
sociedades donde nacen. Ningún partido se ha eternizado en el poder. Ni
siquiera los modelos o sistemas económicos que los sustentan. La razón es
dialéctica.
En la
República Dominicana los partidos nacen, crecen y desaparecen, muchos de ellos,
la mayoría, sin llegar al gobierno o mantenerse por muchos años. Véase el
periodo de 1865 a 1916. Luego del 16, cuando los Estados Unidos ocupan el país
hasta 1924, y de esa fecha hasta nuestros días. Los partidos de todos los
colores y matices (rojo, azul, bolo y coludo) liberales, conservadores, militares,
dictatoriales y comunistas, han nacido y desaparecido dejando nostalgia entre
sus militantes. (Muchos aún añoran El
Partido Dominicano de Trujillo, con todo y “Palmita”)
Es
verdad que el PRD tiene 75 años de historia, pero no siempre fructífera. El
azar y la tragedia, la división y la traición, los aciertos y los desaciertos,
han estado presentes. (El golpe de Estado contra Bosch, la traición de Juan
Isidro Jiménez Gullón; la guerra de Abril, la muerte de muchos de sus líderes,
el suicidio de Antonio Guzmán, el encarcelamiento de Jorge Blanco, etc. En ese
tránsito la división ha sido constante.
De
algún modo la historia del PRD de esos 75 años, ha sido la historia del país.
Desde
hace años, mucho antes de que el traidor
de Miguel Vargas asumiera ese rol, el PRD había dejado de ser un partido para
convertirse en una federación de grupos que ocasionalmente se unía para tratar
de llegar al poder, cosa que no siempre logró.
Más
que un partido, el PRD es una maquinaria electoral, debilitada hoy más que
nunca por la traición y el sentido empresarial de su presidente de facto. Ese
partido, si aún se le puede llamar así, carece de ideología y plataforma
orgánica. El PRD, como diría Fafa Taveras, habría que refundarlo. Solo que en
las actuales circunstancias es mejor dejarlo morir para preservar su legado
histórico, como el Movimiento Revolucionario 14 de Junio que lideró Manuel
Aurelio Tavares Justo.
“La
vida manda que pueble estos caminos”, escribió el poeta Pedro Mir. Esos caminos
deben ser otros si queremos sacar el país de la tragedia en que está. Se
requiere de otra visión de partido, con ideas renovadoras y transformadoras. Un
partido cuyos dirigentes y militantes vean la política como una forma de
alcanzar nobles ideales, no como un negocio personal o grupal.
“Aferrarse
a las cosas detenidas es ausentarse un poco de la vida”, dice el cantor Pablo
Milanés. Aferrarse a un PRD sin valores éticos y morales, convertido en una
letrina donde defecan los traidores y usurpadores, no es propio de ciudadanos
dignos.
El
PRD de Miguel Vargas, no es mi PRD. No representa mis intereses, ni mis
anhelos. Miguel me hizo un favor al borrarme del padrón. Me siento honrado. “No me pongan en los
oscuro a morir como un traidor. ¡Yo soy bueno, y como bueno moriré de cara al
Sol!”, como escribiera el apóstol José Martí.
Dice
Santiago José Zorrilla, próximo senador de El Seíbo, que el PRD es como un Mercedes Benz 550. Miguel le arrancó la
estrella o símbolo, pero no pudo llevarse el vehículo. Es decir, Miguel tiene
las tres letras, pero no la gente. El Mercedes,
con su potente motor, sigue en manos de sus verdaderos dueños. Con esa gente,
el 90 %, (más de un millón de personas) se puede crear una fuerza política capaz de arrebatarle el
poder a las Corporaciones económicas del PLD, encabezadas por Leonel Fernández
y Danilo Medina.
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