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sábado, 15 de febrero de 2014

Entre Jesús de Galilea, Mario y Nicolás

Tocando el Fondo

Por BERNARDO MATIAS

La Iglesia como hecho histórico está marcada de contradicciones. Ella reproduce las tensiones del “mundo”. En el propio grupo de Jesús había quienes sus perspectivas originalmente era verse en un lugar privilegiado dentro del palacio. Con una motivación de claro nepotismo la madre de Juan y Santiago interviene frente a Jesús para lograr los mejores puestos del “reinado” que Él instauraría. El mensaje de Jesús es contundente: en mi Reino los que sirven y se colocan en el último lugar son los más importantes. Ésta ha sido la dinámica de la Iglesia a lo largo de toda la historia. Por un lado, los que desde la religión han hecho del poder su verdadero Dios y por el otro los que desde la periferia han optado por el servicio, la compasión, el amor, el desprendimiento total y la defensa de los pobres y la justicia.

No es lo mismo una Iglesia que vive el Evangelio desde la periferia que aquella cuya experiencia está condicionada por su vínculo con el poder. Hay una praxis eclesial que desarrolla una creativa síntesis de fe, cultura y conexión con el sufrimiento cotidiano de los pobres. Otra praxis está vinculada al poder y responde a una vieja cristiandad llena de tradiciones y de una teología centrada en los dogmas y en el principio de autoridad jerárquica. Este tipo de práctica se ve reforzada en sociedades como la dominicana donde el autoritarismo es consustancial a la cosmovisión nuestra.

Siguiendo la tradición de Jesús, el papa Francisco ha establecido pautas a los sacerdotes y obispos para que elijan: “Los ministros del Evangelio deben ser capaces de calentar los corazones de las personas, caminando con ellas en la noche, saber dialogar y también entrar en la noche de ellas, en su oscuridad sin perderse. El pueblo de Dios quiere pastores y no funcionarios o clérigos de Estado». Algunos han elegidos ser funcionarios déspotas, arrogantes y prepotentes, otros optaron por ser servidores y vivir llenos de misericordia y humildad.

Jesús rompió los paradigmas de exclusión de la sociedad judía. Los samaritanos eran extranjeros despreciados por los judíos. Los samaritanos simbolizaban el paganismo, eran grupos periféricos y de cultura rural. El pasaje de la mujer samaritana es desafiante. Es ruptura con el puritanismo religioso. La samaritana se convierte en una voz de libertad y cambio.
Pero más desafiante es la parábola del buen samaritano. En esta parábola el poder religioso es develado por Jesús como el que encarna la falta de misericordia y de un amor muerto y esclerotizado. Jesús denuncia, mediante parábola, la presencia de un poder religioso hipócrita que ha sustituido la fuerza del amor por la de una plataforma fundamentada en la tradición, la doctrina, el falso cumplimiento del deber, los prejuicios y la prepotencia étnica. En cambio, el buen samaritano, un excluido de su sociedad, abre con desprendimiento total su corazón a un extraño o desconocido.

He aquí la Declaración de los Derechos Humanos de Jesús: “tuve hambre y ustedes me dieron de comer (derecho a nutrición y alimentación); tuve sed y me dieron de beber (derecho a agua); desnudo y me vistieron (derecho a estaba de paso y me alojaron (acogida a migrantes y extranjeros); vestir); enfermo y me visitaron (derecho a la salud física y emocional); preso y me vinieron a ver (libertad y solidaridad)” (Mt. 25,35-36).  T

Toda la tradición bíblica, desde los patriarcas hasta la comunidad multiétnica que aparece en los Hechos de los Apóstoles, expresa una atención especial por los extranjeros. El propio judaísmo tenía establecido que parte de los recursos que entraban por su política fiscal del diezmo tenía que destinarse a la protección de los extranjeros. Visto así, ¿quién está más cerca del Evangelio de Jesús y la tradición cristiana el Padre Mario Serrano y la comunidad de los Jesuitas o el Cardenal?

En el mundo de hoy convivir en la diversidad es una identidad planetaria. La cultura autoritaria no resiste esta dinámica de la historia. Frente a lo diverso el autoritarismo se desespera, se arruga y expande a la vez, se torna violento, agresivo y furioso, recurre al poder de la autoridad y a la razón instrumental. En la cultura autoritaria, la exclusión de lo opuesto y divergente se convierte en estrategia de sobrevivencia y de ejercicio de poder.


Las sociedades con bajos niveles de desarrollo tienden a llegar tarde a algunos procesos históricos, especialmente los vinculados con la tecnología y el conocimiento. En otros son vanguardias, como es el caso de las revoluciones sociales. La sociedad dominicana llegará tarde y durará mucho tiempo para entender que hoy vivimos un fenómeno histórico-antropológico: “la humanidad se descubre como especie que habita en la misma y única casa, el planeta Tierra, con un destino común” (Leonardo Boff). Ese mismo Papa decía “cómo me gustaría una Iglesia pobre y para los pobres". Este mensaje del Papa recupera la razón vital del Evangelio de Jesús. Ponerse del lado de los migrantes en cualquier lugar del mundo es apostar por el espíritu del Evangelio.

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