¿El egoísmo promueve el
interés colectivo?
Miguel Ceara-Hatton
Los
“manuales de economía” enseñan que la única motivación humana es el egoísmo
y la racionalidad sólo se expresa maximizándola. Después se
pregunta: ¿cómo las decisiones individuales basadas en el egoísmo pueden
promover el interés común de la sociedad?
La
respuesta la buscan en Adam Smith (1723-1790), en “La Riqueza de las Naciones”
(1776), retomando un pasaje que señala que el intercambio de bienes no se hace
apelando a la benevolencia entre las personas sino “interesando en su favor el egoísmo de
los otros”, invocando las ventajas personales y no los
sentimientos humanitarios ni las necesidades. Esto se completa con otro
párrafo, (casi 400 páginas adelante) referido a las restricciones a
las mercancías extranjeras el cual indica que si una persona decide emplear su
capital en la industria doméstica, “tomando en cuenta solamente su seguridad”
sin proponérselo, guiado por una mano invisible, promueve el interés de la
sociedad. De aquí los “manuales” deducen que las personas motivadas por su
egoísmo, en una situación de absoluta libertad, actuando en forma racional
(maximizando el interés personal) y sin proponérselo promueven el interés
común.
¿Fue ese el argumento de Smith? En 1759 publicó la
“Teoría de los Sentimientos Morales” (más de 400 páginas) cuyo objetivo
era establecer los principios que
explicaran la convivencia social entre las personas. Es decir, ¿cuál era
el nexo invisible o el orden natural que entre las personas permitía
la convivencia y coordinaba la vida social?, respondiendo que: “Por más egoísta
que quisiera suponerse a la persona, (…) hay algunos elementos en su
naturaleza que lo hacen interesarse en la suerte de los otros, de tal modo que
la felicidad de éstos le es necesaria, aunque de ella nada obtenga, a no ser el
placer de presenciarla”. Es decir, “es la capacidad de ponerse en el lugar del
otro” o “el respeto por el bienestar de los demás” lo que modera el
egoísmo y permite la convivencia. Esto contradecía a los “manuales” y
dejaba indeterminado al equilibrio de los mercados.
La
respuesta de los “manuales”, no fue revisar la teoría, sino desechar el texto
1759 por “contradecir” el de 1776. Sin embargo, la evidencia no respaldaba
esa afirmación. Smith, hombre meticuloso, hizo 6 ediciones en vida de la
“Teoría de los Sentimientos Morales”, y en varias introdujo cambios
significativos, incluyendo en la última, (antes de morir) y nunca se planteó
una contradicción con la “Riqueza de las Naciones”. De esta última, también
hizo 5 ediciones en vida y con muy pequeñas modificaciones, a excepción de la
tercera y nunca hizo referencia a contradicción alguna.
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