Las familias y los valores
vs la sociedad y el Estado
Por
Dr. Ysócrates Andrés Peña Reyes
Una
información, firmada por EFE, señala que una de las firmas de inversionistas
más importantes de Londres recomendó a sus clientes que dediquen más tiempo a
la meditación, a mejorar sus relaciones personales y familiares, y que ignoren
la máxima que dice que el dinero dá la felicidad.
Irónicamente,
el consejo proviene de la multimillonaria entidad alemana Dresdner Kleinwort
Wasserstein, que envió una circular a sus clientes en la que trata asuntos más
filosóficos que financieros.
El informe
elaborado por el estratega económico James Montier, explora el significado de
la felicidad y llega a la conclusión de que alcanzarla está totalmente en
conflicto con el egoísmo y que por el contrario una vida fundamentada en
valores es lo que da verdadero
significado a la existencia de cada ser humano.
Para alcanzar
esa felicidad y la realización personal, fortalecer la familia, como ente ideal
para forjar los valores y la sanidad social,
es una meta alcanzable y necesaria para que todos
sin excepción logremos un modo de
vida más humano y sustentable que posteriormente se extrapole positivamente a
la sociedad y a las instituciones estatales.
Como parte
vital de este cometido, los hogares deben asumir a toda plenitud que constituye
un principio capital el que los valores
se viven en casa, y se transmiten a los
demás como una forma natural de vida, es decir, dando ejemplo, siendo
primordial en esta dinámica la acción de los padres, a fin de que los niños y
los jóvenes reciban verdaderas lecciones de cómo practicarlos en su mayor
expresión y dimensión.
Debemos
resaltar, que si bien es cierto que corresponde a los padres la responsabilidad
de formar y educar a los hijos, estos últimos no quedan exentos de las tareas
que deben asumir en pro de una sociedad mejor, sobre todo por
depender sus éxitos de valores
que se aprenden en casa y se perfeccionan a lo largo de la vida, según la
experiencia y la intención personal de mejorar.
De ello
resulta, que el valor de las familias se reconoce y valora cuando cada uno de
sus miembros asume con responsabilidad y conciencia el papel que les ha tocado
desempeñar dentro de ellas, procurando no sólo el bienestar y felicidad propia,
sino también del conglomerado social del que forman parte.
En procura
de dicho objetivo, es de gran importancia encarar dentro de los núcleos
familiares las gravísimas repercusiones que genera la práctica enfermiza del
egoísmo, procurando desarrollar en quienes las integran una vocación de bien y
amor por el prójimo que les reivindiquen y dignifiquen, y a la vez, que les
permitan cumplir los cometidos sociales que reclaman sus comunidades para poder
encarar los males que les afectan.
Las
familias deben soportarse en la insustituible presencia física, mental y
espiritual de las personas en el hogar, con plena disponibilidad al diálogo y a
la convivencia, teniendo por enlace un esfuerzo consolidado destinado a
cultivar y solidificar los valores en la persona misma, para que por su intermediación se transmitan y enseñen a las
generaciones presentes y futuras.
Entendemos
saludable, para dichos propósitos, los
resultados positivos que muchas familias han encontrado en la religión y en la
práctica de la piedad, como guía y motor para elevar su calidad de vida,
viviendo los valores humanos de cara a Dios y en servicio de los semejantes,
teniendo en la fe un motivo más elevado para formar, cuidar y proteger a sus componentes y la sociedad de que forman
parte.
Formar y
llevar a las familias en un camino de superación y crecimiento constante no resulta una tarea fácil, dadas las exigencias
de la vida actual, pero eso no lo hace imposible, por tanto, es necesario dar
orden y prioridad a todas nuestras obligaciones y aprender a vivir con ellas,
para una saludable supervivencia de los hogares y la sociedad, y sobre todo, de
la paz que requerimos.
Ysócrates Andrés Peña
Reyes es
Director General del
Consejo Regional de Desarrollo (CRD),
Abogado y Politólogo.-
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