Repensar
el papel del Estado en el ámbito financiero, aconseja el Banco Mundial
Ciudad de Washington, EEUU.- Según un nuevo informe del Banco Mundial es hora de
repensar el papel del Estado en el sector financiero, para que los Gobiernos
puedan establecer un mejor equilibrio entre la necesidad de crédito y apoyo de
emergencia para los bancos y medidas de fomento de la transparencia y la
competencia cuando sobrevienen crisis.
“Es necesario que los Gobiernos ejerzan una firme supervisión en el
sector financiero y aseguren en él una competencia saludable, además de
respaldar a la infraestructura financiera, por ejemplo, mediante información
crediticia de mejor calidad, difundida de modo más sistemático”, sostiene el Director Gerente del Grupo del Banco Mundial, Mahmoud Mohieldin.
“No obstante, se debe examinar con cuidado el desempeño heterogéneo de los
gobiernos en su papel directo de otorgar crédito. De hecho, en un contexto en
que estamos superando la crisis financiera mundial puede ser conveniente que
los Gobiernos consideren la posibilidad de poder llevar a cabo intervenciones
indirectas”.
En Rethinking The Role of the State in Finance, (Repensar el papel del
Estado en el ámbito financiero) se analiza el comportamiento de los sistemas
financieros de distintas partes del mundo durante la crisis financiera mundial.
El informe, cuya publicación coincide con un nuevo aniversario del colapso de
Lehman Brothers, ocurrido en 2008, se basa en nuevas encuestas mundiales,
y en él se compilan singulares datos de nivel de países, que abarcan más de 200
economías a partir de 1960.
A través del análisis de cuatro características —el tamaño de las instituciones
y los mercados financieros, acceso al financiamiento, eficiencia y
estabilidad—el informe hace seguimiento de los sistemas financieros en el
periodo previo a la crisis financiera mundial y evalúa el alcance de la
recuperación que registran a la fecha. Los autores confirman el hecho de que
los sistemas financieros de las economías en desarrollo son menos profundos y
ofrecen un menor acceso que los de las economías desarrolladas; sin embargo, no
difieren mucho de estos últimos en cuanto a estabilidad.
Una de las contribuciones originales del informe se refiere a los bancos
de propiedad del Estado. Durante la crisis muchas economías en desarrollo
recurrieron a estas instituciones para superar la severa contracción del
crédito. En Chile y Túnez, por ejemplo, los Gobiernos inyectaron capital a
bancos estatales para cubrir préstamos existentes o proporcionar nuevo crédito
a exportadores o a pequeñas y medianas empresas. Corea del Sur aumentó los
topes máximos al otorgamiento de crédito por parte de sus bancos de propiedad
estatal; India y Túnez establecieron líneas de crédito para sus respectivos
bancos estatales, y los mayores bancos de propiedad estatal de Brasil y China
expandieron considerablemente el crédito durante la crisis.
En el informe se sostiene que dichas intervenciones ayudaron a
contrarrestar la propagación de la crisis, pero que podrían tener un precio:
una asignación ineficiente del crédito motivada por razones políticas. A su
vez, ello generaría distorsiones que se agravarían a medida que se continúe
inyectado capital a los bancos del Estado o se establezcan nuevas líneas de
crédito para ellos a fin de promover el otorgamiento de financiamiento a
exportadores y empresas más pequeñas. En algunos casos los bancos del Estado
siguieron otorgando crédito en el período de recuperación económica, lo que
hace temer que los bancos privados sean excluidos del mercado crediticio.
Los estudios de investigación —pre-existentes y nuevos— sobre crisis
anteriores revelan que la propiedad pública de los bancos está asociada con
menor desarrollo financiero, aumento de la inestabilidad financiera y
desaceleración del crecimiento económico. En el informe se recomienda que los
países consideren cuidadosamente los riesgos que plantean esos bancos y presten
atención a su régimen de gobierno, labor que es especialmente ardua en entornos
institucionales insatisfactorios.
El informe también examina los éxitos y fracasos recientes del Estado
como regulador y supervisor. Las evaluaciones externas sugieren que en muchos países,
como Australia, Canadá y Singapur, la supervisión se llevó a cabo de manera
adecuada. Además, muchas economías en desarrollo no habrían estado muy
expuestas a los comportamientos de riesgo que precipitaron la debacle, y la
mayoría de ellas —por ejemplo Malasia y Perú, cuyas políticas prudentes les
valieron elogios— evitaron dificultades insuperables. No obstante, algunos
países se vieron afectados directamente, en especial en Europa y Asia Central,
donde la dependencia de las instituciones financieras de sus matrices y la
acumulación de desequilibrios de financiamiento en el período que precedió a la
crisis hizo vulnerables a muchos países.
Los autores analizan rasgos comunes de los países severamente golpeados
por la crisis, y los comparan con las características que comparten los países
que experimentaron condiciones más favorables. En los países no afectados por
la crisis, los regímenes regulatorios tendían a ser menos complejos y se hacían
cumplir de modo más eficaz. Los países en crisis tenían definiciones menos
rigurosas del capital, carecía de rigurosidad en el cálculo de sus necesidades
de capital en relación con los riesgos crediticios, y sólo se requería que el
25% de ellos mantuviera provisiones generales para préstamos y anticipos
(mientras que en los países no afectados por la crisis dicha proporción era
cercana al 70%).
En el informe se refuta la opinión de que había un grado de “competencia
excesiva” en el sistema financiero de los países en crisis. “Los estudios
presentados en el informe indican que en realidad, con un sistema adecuado de
supervisión, mayor competencia puede promover la eficiencia y ampliar el acceso
a los servicios financieros, sin perjudicar la estabilidad del sistema,” afirma Asli Demirgüç-Kunt, directora de Políticas de Desarrollo y
Economista Jefe de la Red de Finanzas y Desarrollo del Sector Privado del
Banco Mundial.
El Grupo del Banco Mundial está trabajando en conjunto con sus países
miembros para apoyar el desarrollo y la estabilidad de los sistemas financieros
de estos últimos, junto con el crecimiento económico y la reducción de la
pobreza. “Alrededor del 16% del financiamiento otorgado por el Banco Mundial
durante la crisis financiera estuvo destinado al sector financiero; lo cual
implica que los préstamos al sector se duplicaron con respecto al periodo
previo al inicio de la crisis”, según Janamitra Devan,
vicepresidente, Desarrollo del Sector Privado y Financiero del Banco. “Este
informe forma parte del continuo compromiso del Banco de proporcionar
conocimiento, respaldo operativo y financiamiento a países en desarrollo, tanto
en períodos de crisis financieras como en eras de expansión económica”.
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