Por Miguel Ceara Hatton
Les pido excusa a mis lectores no
economistas por esta digresión teórica, pero me molesta y no estoy de acuerdo
en que la economía opera en la “frontera del conocimiento” como si se tratara
de una ciencia natural y no de una ciencia social donde hay intereses, instituciones,
historia, poder y políticas económicas, interactuando para determinar una
realidad compleja en constante movimiento, cuya trayectoria no es siempre la
misma y difiere en lugares diversos, así como el impacto de las acciones y
situaciones no repercute igual en todos los lugares. Esta visión lleva a una
formación “manualesca” que ignora a los innovadores del pensamiento económico
que han superado la “prueba de la crítica” y conduce a una formación que fue
sentenciada por Jose Luis Alemán como: “Lee leones y serás león.
Lee ratones, la literatura corriente, técnicamente hipertrofiada, y serás
ratón” (Alemán 2005)
Hace algunas semanas compartí una
presentación (entre amigos) con un economista dominicano que se refirió a la
metáfora de la “mano invisible” de Adam Smith (1723-1790), para argumentar
sobre las virtudes del “mercado” y su capacidad de autorregulación.
Casualmente, unos días antes había puesto
un trabajo a mis alumnos de Historia del Análisis Económico de la PUCMM, sobre
el contexto y la lógica del concepto de “egoísmo” y de la “mano invisible” en
la obra de Adam Smith, tanto en la “Teoría de los Sentimientos Morales” (TSM)
publicada en 1759 como en la “Naturaleza de las Causas de las Riquezas de las
Naciones” (CRN) de 1776.
Esta nota sistematiza los argumentos que
presenté sobre lo que entiendo es una incorrecta interpretación del pensamiento
económico de Adam Smith. Para ello divido mis argumentos en cuatro partes:
Primero, resumo las ideas de la teoría
neoclásica sobre la metáfora de la mano invisible según la interpretación
actual.
Segundo, explico la argumentación de Smith
sobre las motivaciones humanas.
Tercero, presento argumento de Smith sobre
el egoísmo como una construcción derivada de la división del trabajo y el
carácter social del ser humano.
Cuarto, argumento en torno a lo que dijo
Adam Smith sobre la “mano invisible”.
Finalmente, estas ideas reflejan mis notas
docentes que siguen en este tema al historiador del pensamiento económico Alejandro
Roncaglia (2006, 2011) así como mis lecturas sobre ética y el enfoque de
capacidades de Amartya Sen, que me llevaron a comprender la complementariedad
entre la “Riqueza de las Naciones” (CRN) y la “Teoría de los Sentimientos
Morales” (TSM) en la obra de Smith. Este último libro fue constantemente
revisado y actualizado por Smith hasta poco antes de morir y después de haber
publicado la Riqueza de las Naciones, de hecho la sexta edición en la cual
introduce varios capítulos fue publicada en el año 1790 año de su muerte.
1) La
idea implícita de la metáfora de la “mano invisible” en la teoría
neoclásica
La idea difundida de esa metáfora es
simple: sí la única motivación humana es el egoísmo, sí la
única forma de ser racional es maximizando ese egoísmo, dada las
preferencias absolutamente individuales e independiente (es decir, la sociedad
no influye en las preferencias de las personas); sí los
mercados son libres, se llegará a una situación de equilibrio individual en el
mercado que es eficiente, porque conseguirían las cantidades deseadas a los
precios que se está dispuesto a pagar.
Al mismo tiempo, sí todas
las personas actúan igual y la sociedad es simplemente una extensión del
comportamiento individual, entonces sin proponérselo guiados por una
“mano invisible” se logra también una solución de mercado que es eficiente para
la sociedad porque todos compraron y vendieron a precios y cantidades deseadas
y el que no vendió o compró fue porque no quiso, de esta forma si los mercado
son libres entonces también tienen capacidad de autorregularse y la sociedad
estaría en el máximo bienestar posible, entendido como una situación donde
nadie puede mejorar su posición sin empeorar la de otro (Teorema de
Pareto).
En el externo, esta teoría podría funcionar
en una “sociedad” de una sola persona, porque la sociedad se regula por las
mismas leyes que el comportamiento individual basada en la relación entre las
personas y los bienes, a través de la utilidad o el placer que produce el
consumo de los mismos (el llamado consecuencialismo: la bondad de las acciones
se mide por su consecuencia en términos de placer o dolor). Así el
comportamiento de la sociedad lo deducen del comportamiento de las personas y
la sociedad se representa como la “suma” de individuos o a través de un “agente
representativo” (algo así como una media) en el marco de una lógica que va del
individuo a la sociedad y esta se reduce a una simple agregación de individuos,
sin que la “agregación” influya en el individuo y tenga una naturaleza
distinta.
2) La
motivación humana: entre el interés personal y la aprobación de la sociedad.
Adam Smith, como parte de la Ilustración
Escocesa en la TSM se preocupó por establecer un principio
unificador que diera explicación a la convivencia social de
las personas.
En efecto, en la TSM Smith argumenta que las personas,
aunque sean motivadas por razones de interés personal en su actuación social
están condicionada por un sentimiento de simpatía, es decir, “la capacidad
de compartir los sentimientos de otros y nos lleva a juzgar nuestras acciones
sobre la base de sus efectos en los otros, además de sus efectos sobre nosotros
mismos” (Roncaglia 2006)
En este sentido Smith señaló: “por más
egoísta que se pueda suponer al hombre, existen evidentemente en su naturaleza
algunos principios que le hacen interesarse por la suerte de otros, y hacen que
la felicidad de estos le resulte necesaria, aunque no derive de ella nada más
que el placer de contemplarla” (TSM p.49), de esta forma Smith construye una argumentación
donde le establece límites al egoísmo basado en la necesidad de la aprobación
de los demás y de los intereses de los demás.
La combinación de una motivación humana
basada en el “interés personal” pero limitada por la necesidad de conseguir la
aprobación de la sociedad es lo que explica la construcción de una sociedad en
armonía.
3) El
egoísmo como una construcción derivada de la división del trabajo.
Smith las personas se definen como un ser
social.
En efecto, decía: el ser humano, “…solo
puede subsistir en sociedad”, de manera que “Todos los miembros de la
sociedad humana necesitan de la asistencia de los demás y de igual forma se
hallan expuestos a menoscabos recíprocos.” (TSM 1997, p. 185).
“La sociedad de personas distintas puede
subsistir, como la de comerciantes distintos, en razón de su utilidad,
sin ningún amor o afecto mutuo; y aunque en ella ninguna persona debe favor
alguno o está en deuda de gratitud con nadie, la sociedad podría sostenerse a
través de un intercambio mercenario de buenos oficios de acuerdo con
una evaluación consensuada” (TSM p.185-186).
En otro párrafo reafirma la necesidad del
intercambio, cuando indica:
“El ser humano no se ve impulsado a
refugiarse en la sociedad por ningún amor natural hacia sus semejantes sino
porque sin la colaboración de los demás es incapaz de subsistir con holgura y
seguridad. Por ello la sociedad se le torna necesaria y considera que todo lo
que propenda al sostenimiento y bienestar social tiende remotamente a promover
su propio interés; y al contrario, cree que todo lo que pueda alterar o
destruir la sociedad es en alguna medida dañino o perjudicial para él”. (TSM
1997, p. 551)
Estos párrafos son concluyentes de que para
Smith el ser humano necesita la sociedad, necesita la asistencia de los demás
para poder para subsistir con “holgura y seguridad” a través del “intercambio
mercenario de buenos oficios (comprar o vender, MCH) de acuerdo con una
evaluación consensuada (de precios y cantidades, MCH) porque son diferentes y
“hacen comercio diferente” (no producen todo lo que consumen, necesitan del
intercambio)”.
Este “subsistir en sociedad” por las
diferencias entre las personas (talentos) y porque hacen comercio diferente
(actividades productivas) lo asocia en 1759 a la idea de la división del
trabajo, que desarrollará ampliamente en CRN. En el capítulo 2 “Del principio
que da lugar a la división del trabajo” señala:
“… el hombre reclama en la mayor parte de
las circunstancias la ayuda de sus semejantes y en vano puede esperarla sólo de
su benevolencia. La conseguirá con mayor seguridad interesando en su
favor el egoísmo de los otros y haciéndoles ver que es ventajoso para ellos
hacer lo que les pide. (…) Dame lo que necesito y tendrás lo que deseas, es el
sentido de cualquier clase de oferta, así obtenemos de los demás la mayor parte
de los servicios que necesitamos. No es la benevolencia del carnicero,
del cervecero o del panadero la que nos procura el alimento, sino la
consideración de su propio interés. No invocamos sus
sentimientos humanitarios sino su egoísmo; ni les hablamos de nuestras
necesidades, sino de sus ventajas” (CRN p. 17)
Quizás este es uno de los dos párrafos más
citados de la obra de Smith. ¿En qué contexto se produjo? La división del
trabajo implica la especialización y la cooperación en una sociedad civilizado,
cuando no se produce lo que se consume y se consume lo que no se produce es
imprescindible el intercambio. Para que exista el intercambio no se puede
apelar a la benevolencia del otro sino a su necesidad, a su interés, a su
egoísmo para que se produzca el intercambio.
En otras palabras, en la lógica de Smith el
egoísmo no tiene que ver con la lógica utilitarista neoclásica. En los
neoclásicos se apela al egoísmo para explicar la motivación de la conducta
humana y la racionalidad solo tiene un contenido: maximizar el egoísmo. En
Smith es diferente apela al egoísmo como argumento del intercambio en una
sociedad con división del trabajo mientras que la motivación humana está
condicionada por el interés personal limitada por la necesidad de aprobación de
la sociedad.
Sobre el significado de la “mano invisible”
en Smith
Siguiendo a Roncaglia (2011), se establece
que el término de “mano invisible”, aparece tres veces en toda la obra de
Smith. La primera referencia fue en el “Ensayo de Astronomía” de 1749, en la
Sección III, como una ironía y desprecio sobre la superstición que pretende
ocupar el lugar de la filosofía.
La segunda vez fue en la “Teoría de los
Sentimientos Morales” de 1759, en la parte IV, en un texto más confuso, destaca
que los ricos motivados por su egoísmo son guiados por una mano invisible para producir
y distribuir “las cosas necesarias para la vida que habría tenido lugar si la
tierra hubiese sido dividida en porciones iguales entre los todos los
habitantes”. Esto se quedó en un simple enunciado que no intentó probar.
La tercera referencia aparece en la Riqueza
de las Naciones de 1776, en el libro IV, capítulo II, discutiendo las
restricciones de importaciones para fomentar la producción nacional. Señala
que: “Cuando [un individuo] prefiere la actividad económica de su
país a la extranjera, únicamente considera su seguridad, y cuando
dirige la primera de tal forma que su producto represente el mayor valor
posible, sólo piensa en su ganancia propia; éste como en otros muchos casos es
conducido por una mano invisible a promover un fin que no entraba
en sus intenciones. Más no implica mal alguno para la sociedad que tal fin no
entre a formar parte de sus propósitos, pues al perseguir su propio interés,
promueve el de la sociedad de una manera más efectiva que si esto entrara en
sus designios.”
Estas tres referencias a la mano invisible
no ofrecen evidencias para afirmar que la metáfora jugara un papel importante
en la teoría de Smith ni que apareciera en parte alguna la autorregulación de
los mercados. Ni hay evidencias de que sus contemporáneas ni economistas
posteriores le dieran importancia al concepto hasta mediados del SXX.
¿De dónde surge el mito de la mano
invisible? Roncaglia (2011) señala que el origen de la interpretación actual
proviene del Nobel de Economía 1982 George Stigler (1911-1991) quien
publicó (1951) un artículo sobre la división del trabajo, haciendo una
“reconstrucción actualizadora” de Smith. Lo cual fue retomado por Kenneth Arrow
(Nobel 1972), Frank Hahn y otros economistas del equilibrio general dando lugar
al mito de la mano invisible.
¿Que hizo el economista neoclásico?
Primero, ignora el texto de la TSM y
segundo, unió dos párrafos de CRN desconectados entre sí: el que dice: “No es
la benevolencia del carnicero, del cervecero o del panadero la que nos procura
el alimento, sino la consideración de su propio interés” que está referido a la
división del trabajo, a la necesidad del intercambio y a la apelación del
egoísmo (porque necesidades diferentes) para que pueda haber intercambio.
El otro párrafo aparece 385 páginas después
(Edición Fondo de Cultura Económica) en donde analizando las ventajas de
la “inversión doméstica” argumenta que al considerar su propio interés
(invertir en su propio país), la persona “es conducido por una mano invisible a
promover un fin que no entraba en sus intenciones (…) promueve el de la
sociedad de una manera más efectiva que si esto entrara en sus designios”
porque aumenta el ingreso total y genera empleos.
En conclusión, estas notas han querido
mostrar que no tiene fundamento la afirmación de que el concepto de “egoísmo” y
de la “mano invisible” de Adam Smith es el antecedente del concepto de egoísmo
neoclásico ni mucho menos del concepto de autorregulación de los mercados y
ello se deriva de la formación de economistas que leen manuales y no los
verdaderos innovadores de la economía que han establecido los fundamentos y que
han superado la prueba crítica del tiempo.
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