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viernes, 5 de agosto de 2016

Resistiendo al patriarcado



NICARAGUA.- La Universidad Centroamericana presentó el libro “Las Resistencias Nuestras de cada día, subversiones cotidianas a las violencias simbólicas y materiales”, recopilando casos de resistencia social a modelos opresivos.

La organización de las mujeres trabajadoras sexuales fue tomada como un ejemplo de resistencia ciudadana y María Elena Dávila, la Coordinadora Nacional de la RedTraSex en Nicaragua, fue invitada a participar en el evento.

El pasado 27 de julio, la Universidad Centroamericana, UCA, presentó en Managua el libro Las Resistencias Nuestras de cada día, subversiones cotidianas a las violencias simbólicas y materiales, que busca visibilizar diferentes realidades que evidencian resistencia ante modelos y órdenes dominantes y/u opresores. Uno de los estudios que se incluyen en el libro fue la tesis de Bertha Masiel Sánchez, que expone el trabajo organizativo e incidente de RedTraSex en el país. Bertha recoge las acciones que la organización ha realizado buscando visibilidad, respeto y respaldo de otras asociaciones e instituciones, y las toma como demostraciones de resistencia ciudadana, ya que se opone una lucha simbólica por resignificar estereotipos que encasillan a hombres y mujeres.

María Elena Dávila, Coordinadora Nacional de la RedTraSex en Nicaragua, fue una de las panelistas en el evento y logró expresar su experiencia en la resistencia al modelo estigmatizante y patriarcal, que oprime a las mujeres que han tomado el trabajo sexual como opción laboral.

Sobre el tema dijo que “Como mujeres trabajadoras sexuales nos atrevemos a romper con los mandatos de la cultura, que establece que las mujeres no podemos apropiarnos de nuestro cuerpo y solo debemos tener prácticas sexuales para el placer de los hombres, por amor, para la reproducción y bajo el matrimonio.

Nosotras hacemos por dinero lo que debería socialmente ser gratuito. Nosotras desafiamos el mandato establecido ofrecemos servicios sexuales, negociamos, tiempo, condiciones, costos y somos dueñas de nuestro cuerpo. Lo que significa sexo a cambio de dinero y no por status social o por amor, contra lo que nos han enseñado, convierte a las mujeres en dueñas de nuestros actos, rompiendo así con la normativa sexual establecida”.

En su presentación, María Elena habló del rol de madres que es asignado a las mujeres y el estigma de putas al rebelarse ante las reglas del patriarcado. Asimismo, hizo un llamado a todas las mujeres para unirse y sacudirse la opresión del sistema que nos resta derechos: “Para que nosotras las mujeres podamos decidir tenemos que pasar un proceso de empoderamiento y enfrentarnos ante las imposiciones, pero solo se logra con una buena educación integral para desaprender lo que te imponen por tradición. Van formándote para servirle a otro, cuando te toque el turno”, afirmó.

Se dirigió especialmente a las compañeras feministas presentes, para quienes manifestó que “El organizarnos es una forma de resistencia al sistema aunque algunas feministas no lo consideran así. Nosotras exigimos ser nombradas trabajadoras sexuales y tener los mismos derechos. Hoy somos facilitadoras judiciales, conocemos las leyes de nuestro país, que en algún momento fueron aplicadas al revés hacia nosotras.

El debate sobre el trabajo sexual, necesita más espacio en el movimiento feminista. Todas las mujeres estudiosas del Movimiento feminista tienen la teoría, conceptos del trabajo sexual, hipótesis y otras ideas, pero nosotras tenemos la práctica. Mi propio análisis es que, al final, todas somos mujeres y defendemos los mismos derechos. El único camino para avanzar en la lucha, para conseguir nuestras demandas es unidas, escuchando los deseos y realidades de cada una.


Estamos acostumbradas a que nuestra voz se descalifique: ni la policía ni la justicia toman en serio nuestras denuncias, nos matan y nadie va preso, nos violan y a nadie le importa. El silencio de otras compañeras feministas, que tanto luchan por igualdad de derechos y oportunidades para otros colectivos, nos duele. Ese rechazo a veces duele más que los golpes a los que la vida nos ha acostumbrado: que una compañera feminista, que sabe la violencia que sufrimos las mujeres en general y las trabajadoras sexuales en particular, se oponga a nuestra  lucha”

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