Por Reynaldo Peguero
Es un hecho dramático, motoristas, motoconchistas y acompañantes es el
sector poblacional predominante entre las más de 2,450 vidas que se pierden
anualmente por accidentes de tránsito. Miles de riesgos acumulan las casi 2
millones de motocicletas de República Dominicana y los 120 mil de la provincia
Santiago. Cascos de motoristas tipo sombreros, atuendos o adornos de moda sin
protección de nada. Cascos sin calidad, ni homologación que no resguardan el
bulbo raquídeo seccionado en los motoristas accidentados que mueren de paro
respiratorio.
Motocicletas de domingo, con más de tres y cuatro personas arriba: niños de
meses, abuelas, mamás y padres alcoholizados en la conducción de este suicidio
colectivo. Policías y guardias que tampoco utilizan protector; igualmente
“Deliverys” motorizados sin ningún tipo de cuidado; y más. Un mortal y soberano
desorden acontece en las vías dominicanas.
Se ha estudiado que en los modelos de gestión exitosa de seguridad vial, se
destaca la importancia de la Movilidad Urbana Sostenible (MUS), que armoniza
esta categoría con vialidad, tránsito y transporte. Algunas buenas propuestas
en el contexto de Naciones Unidas, la Organización Mundial de la Salud (OMS),
Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y las experiencias de Costa Rica que
han controlado con éxito este grave problema, son claves.
El informe de los expertos Antoni Riu y Roy Rojas, presentado en 2015, al
Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo (MEPyD) es decisivo.
La fórmula de impacto para reducir los más de 2,450 muertos por accidentes
de tránsito en la República Dominicana, es intervenir inmediatamente el
transporte de motocicletas con un plan estratégico de acción que imponga el uso
obligatorio de cascos, identificación de motoristas y obligar a una licencia de
conducir motores de carácter municipal. El casco debe ser homologado y no la
“cachucha de plástico”, que AMET da por buena y valida.
También hay que exigir casco a los acompañantes. Las lesiones causadas por
los accidentes son la primera causa de muerte en jóvenes de 15 a 29 años.
Exactamente son las edades de motoristas que andan sin cascos en las carreteras
que comunican a Santiago con su entorno. Nada hace AMET con exigir mucho en la
ciudad de Santiago, si en las carreteras de Navarrete, Licey, Tamboril, Puerto
Plata y Mao, nadie respeta esa orden.
Asimismo debe modificarse la ley de tránsito 241-67 de hace 50 años dado
que esta normativa no recoge ninguno de los mandatos modernos sobre seguridad
vial, ni movilidad urbana. Ante esta situación, desde el año 2011, circula una
propuesta de ley que podría modernizar el sistema, igualmente favorecer el
control y mejorar la vigilancia del tránsito y transporte. Sin embargo, apenas
el 7.0% de los países tiene legislaciones modernas que han permito salvar miles
de vidas; imperando el caos en 93.0% de las naciones que se mantienen sin
modernizar su marco jurídico de movilidad. Aunque diseñemos el mejor Sistema de
Emergencia 9-1-1 del mundo, sin el control de los motoristas avanzaremos muy
poco.
La crisis se ha profundizado mucho más, pues sabemos que en el período
2000-2016, el parque vehicular de la ciudad de Santiago y su entorno
metropolitano, se ha duplicado, sin embargo es extremadamente baja la capacidad
del gobierno y los ayuntamientos de hacer cumplir las normas de tránsito, y
menos aun de aplicar estrictamente las regulaciones. Los estudios indican que
las cinco (5) causas de muerte por accidentes, en orden de frecuencia son: i) exceso de velocidad, ii) conducción bajo
efectos del alcohol, iii) ausencia de cascos protectores en motociclistas, iv) el
no uso de cinturones de seguridad y v) la grave ausencia protectores
para los niños en los vehículos.
Sólo hay que pararse en horas diurnas de traslado de infantes y niños a
escuelas, estancias infantiles y centro maternales para percatarse a diario de
la gran cantidad de conductores, muchos de ellos de clase media y alta, que no
llevan cinturón de seguridad y son “criminales involuntarios” con sus hijos al
trasladarlos a escuelas y colegios, sin ningún tipo de protección o silla
especial. Igualmente los más de 50 mil estudiantes nocturnos de Santiago,
tampoco tienen trazadores lumínicos, ni los motoconchistas que los trasladan,
poseen chalecos o bandas lumínicas que los identifiquen en la
noche.
Con o sin ley, deberíamos hacer algo urgente en Santiago, pues los
vehículos de motor son más letales que todos los mosquitos aedes aegyptis
juntos, causando más muertes en esta ciudad y el país, que todas las epidemias
de enfermedades infecciosas. Los accidentes de tránsito generan además, los
costos de atención más altos de todas las patologías que demandan servicios
privados o públicos en el sistema de salud.
En los próximos meses debemos estar en las calles, en lo que la ley se
acuerda. La iniciativa debería acordar en Santiago, un PLAN ESTRATÉGICO
OPERATIVO DE ACCIÓN EN SEGURIDAD VIAL, con apoyo técnico del MEPyD y Obras
Públicas, asimismo con la asesoría del Consejo de Seguridad Vial (COSEVI)
de Costa Rica. En Santiago debemos a involucrar a la Corporación Nacional de
Trabajadores del Transporte (CNTT), acordando un programa conjunto con el
Consejo Estratégico de Santiago (CDES) y el Ayuntamiento para donar o subsidiar
un casco protector de calidad internacional para todos los motoristas de la
ciudad y su entorno metropolitano. Igualmente hay que aprobar un permiso anual
de circulación a los motociclistas, bandas lumínicas y una identificación de
cada motorista.
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