Por Reynaldo Peguero
Las élites y las clases medias del poder capitaleño siempre lo han recibido
todo. No necesitan planes estratégicos de desarrollo, pues sus proyectos de
ciudad viven en la voluntad del ocupante del turno del Palacio
Nacional. Le construyen trenes sin estrategia de movilidad urbana
sostenible; le invierten en cañadas como Güajimía y la Barquita, sin conocer
qué pasa en toda su cuenca hidrográfica y ahora restauran la ciudad colonial
sin ninguna concurrencia institucional y participación social. De ahí que
la crisis generada por el derrumbe del Hotel Francés de la zona colonial más
que un catastrófico accidente, expresa un ejemplo dramático del estilo
centralizador y verticalista capitaleño.
Qué bueno que suceda así, porque el derrumbe del Hotel Francés es además la
caída estrepitosa de una estrategia inmediatista de trabajo excluyente de
muchos capitaleños que profesan que toda inversión urbana es buena por
naturaleza y definición. Suponen que sólo con ideas urbanas, buenas maquetas y
planos se resuelve una obra urbanística y especulan que la ciudad se construye
nada más con buena arquitectura. Gracias a Dios que no hubo víctimas humanas
que lamentar, pero el país y sobre todo los planificadores territoriales
reclamamos que salga a la luz la “especialísima” metodología de
trabajo de estos victimarios políticos.
Por los reclamos públicos que se han filtrado parece que el
Colegio Dominicano de Ingenieros, Arquitectos y Agrimensores (CODIA) no se
involucró protagónicamente; tampoco el Comité Dominicano del Consejo
Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS). Si los comerciantes de la ciudad
colonial reclaman, se entiende que asimismo no fueron consultados. Incluso en
conferencias en las que he sido invitado a Santo Domingo, para exponer sobre
planificación estratégica he visto el equipo de Patrimonio del Ministerio de
Cultura, órgano rector del tema, gimoteando el mismo nivel de exclusión.
En mi presencia
académicos miembros, a nivel de Phd, de varias asociaciones internacionales de
arqueólogos también han sido muy críticos. Obsérvese que el asunto es grave de
toda gravedad, pues los medios de comunicación reportan que los habitantes de
estructuras vecinas al Hotel Francés y de todo el entorno, “han solicitado
a las autoridades que se les tome en cuenta”.
El Ministerio de Turismo nunca debió asumir verticalmente la gestión de
este proyecto. No le compete esta función pública. Al menos la obra debió tener
la rectoría de dos ministerios: Cultura y Obras Públicas, y asimismo del
Ayuntamiento del Distrito Nacional, investido por la ley 176-07,
Artículo 19 y literal H de preservar el patrimonio. Esteproyecto
de intervención en la ciudad colonial de Santo Domingo tiene financiamiento de
29,7 millones de dólares delBID, y se suponía que fue planificado por
expertos en diseño urbano. Muchos peritos de oficina y poca sociedad civil
vigilante para actuar en un supuesto plan de mitigación socio ambiental y
arqueológico, diseñado.
Conceptualmente
fue el catalán Ildefonso Cerdá que en el siglo XIX, utilizó por primera
vez, el término “urbanización” partiendo del concepto de “Urbs”. Los romanos
entendían la Urbs como todo lo que se encontraba en el interior del círculo
limitado por el surco que abrían los bueyes sagrados en un acto de gran
trascendencia simbólica que la ciudadanía romana realizaba para convertir un
territorio concreto en un espacio habitable. Urbanismo nunca ha sido sinónimo
de arquitectura y menos aún de ingeniería.
Las razones que
induce la palabra “Urbanismo”, subrayan cualquier acto tendente al agrupamiento
de edificaciones y regularización del funcionamiento de los grupos humanos ya
formados. Orienta un conjunto de principios, doctrinas y reglas que deben
aplicarse para que la edificación, su agrupamiento y la ciudadanía, lejos de
comprimir, desvirtuar y corromper las facultades físicas, morales y mentales de
los seres humanos, contribuyan a fomentar su crecimiento, desarrollo y vigor.
Para acrecentar el bienestar ciudadano, el urbanismo es una “sumatoria”
subraya el Centro Iberoamericano de Desarrollo estratégico Urbano
(CIDEU), que tiene la facultad sociológica de concretar lo que Cerdá
denominó creativamente como “felicidad pública”.
Esas son las
razones que intitulan de “imperdonables” los
improvisados urbanistas turísticos del centro colonial de Santo Domingo.
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