Antes
que nada, compañeros y amigos, permítanme dar gracias a Dios, por haber hecho
posible que viva tantos años y ser feliz, acompañado por una mujer fiel,
trabajadora y hermosa como es mi esposa: Bélgica Beato Fernández.
50
años de unión matrimonial, en condiciones políticas y sociales tan difíciles
como las que tuvimos que soportar, como consecuencia del
derrocamiento del gobierno constitucional del PRD y el profesor Juan Bosch en
1963, junto a la supresión de su avanzada y correcta Carta Magna,
primero, como la guerra de Abril y los l2 años de dictadura y persecución
balaguerista que le siguieron, después, me obligaron a vivir en la
clandestinidad, lejos de la familia, sin que perdiera calor mi amor por ella.
De ese temple era la fragua que mantuvo vivo, sin apagar su fuego, la pasión
que me brindaba su recuerdo, como puede verse en el libro que ponemos hoy en
circulación.
Esta
obra ha sido concebida en interés de fortalecer a los dominicanos
en la lucha por el amor a la mujer amada, la unión familiar y la libertad
de la Patria, sepultada todavía bajo el lodazal del atraso, la desigualdad
y la injusticia social.
Es
un himno a la esperanza, al valor y la confianza de que podremos ver a nuestros
hijos y nietos crecer en un ambiente libre de corrupción, delincuencia,
inseguridad y pobreza.
Un
canto a la Patria grande aunque su suelo y su cielo sean pequeños…Es
la búsqueda del beso que se fue o que no llega y tal vez no llegue nunca,
trillando los caminos marcados por huellas del pasado…La búsqueda del
bienestar, la paz y la felicidad común que necesitamos los quisqueyanos;
amándonos los unos a los otros.
El
amor nunca muere. Se guarda como recuerdo imborrable en los pliegues del
alma y, aunque hayan cosas que parece desplazarlo, como el afán de riqueza, la
traición o la guerra, siempre se vuelve a ellos, aunque sea en alas de
remembranzas rotas o de simples mariposas.
Se
puede tener y gozar varios amores, como he tenido yo, con la misma mujer: la
novia ilusionada, la esposa respetada, la compañera idolatrada, solidaria en la
derrota como en la victoria, todos engarzados por cadenas irrompibles de la
pasión y el recuerdo.
El
amor es un don divino que, al tiempo de templar el espíritu llena de vigor y
valor al hombre y la mujer enamorados, haciéndolos capaces de desafiar la
adversidad, los peligros y la muerte, desatando en ocasiones
guerras terribles y renuncias increíbles.
El
amor es el alimento del alma. Quien nunca ha amado es como un árbol seco, con
sus ramas sin hojas y sin flores por falta de rocío. Es un muerto dentro de su
propio cuerpo, porque la falta de amor enferma el corazón, lo envenena
lentamente y lo mata.
Gracias
a todos los amigos y amigas, a todos los compañeros que han venido a
estar conmigo en este humilde acto que dedico al pueblo dominicano y
sobre todo a nuestra patria chica: La Vega Real, a una de cuyas
instituciones de socorro al pobre destinaremos partes de los beneficios,
si es que se obtienen.
Ojalá
sirva esta obra, para eliminar el pesimismo derrotista que a veces
penetra en nuestros hogares, paralizando y opacando el músculo revolucionario y
la luz de la esperanza, haciendo en cambio, que vuele poderoso sobre las más altas
cumbres del amor , el ánimo inmortal de la dominicanidad, como reza nuestro
escudo nacional: Dios, Patria y Libertad.
Ahora,
permítanme leer el prólogo de la obra y dos cartas escritas en circunstancias
diferentes, cuyo objetivo no es otro, que sembrar la semilla del amor en
el corazón de los que aman, y clavar el pendón de la conciencia revolucionaria
en la atalaya del glorioso pueblo dominicano.
¡Que
bendiga a la República Dominicana y su pueblo! Muchas gracias.
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