domingo, 2 de febrero de 2014

Rafael Gamundi Cordero en la puesta circulación del libro: Cartas a mi amada



Antes que nada, compañeros y amigos, permítanme dar gracias a Dios, por haber hecho posible que viva tantos años y ser feliz, acompañado por una mujer fiel, trabajadora y hermosa como es mi esposa: Bélgica Beato Fernández.

50 años de unión matrimonial, en condiciones políticas y sociales tan difíciles como las que tuvimos que soportar,  como consecuencia  del derrocamiento del gobierno constitucional del PRD y el profesor Juan Bosch en 1963, junto a la supresión  de su avanzada y correcta Carta Magna, primero, como la guerra de Abril y los l2 años de dictadura y persecución balaguerista que le siguieron, después, me obligaron a vivir en la clandestinidad, lejos de la familia, sin que perdiera calor mi amor por ella. De ese temple era la fragua que mantuvo vivo, sin apagar su fuego, la pasión que me brindaba su recuerdo, como puede verse en el libro que ponemos hoy en circulación.

Esta obra  ha sido concebida en interés  de fortalecer a los dominicanos en la lucha por el amor a la mujer amada, la unión familiar y la libertad de la Patria, sepultada todavía bajo el lodazal del atraso, la desigualdad y la injusticia social.

Es un himno a la esperanza, al valor y la confianza de que podremos ver a nuestros hijos y nietos crecer en un ambiente libre de corrupción, delincuencia, inseguridad y pobreza.

Un canto a la Patria grande aunque su suelo y su cielo sean pequeños…Es la  búsqueda del beso que se fue o que no llega y tal vez no llegue nunca, trillando los caminos marcados por huellas del pasado…La búsqueda  del bienestar, la paz y la felicidad común que necesitamos los quisqueyanos; amándonos los unos a los otros.

El amor nunca muere. Se guarda como  recuerdo imborrable en los pliegues del alma y, aunque hayan cosas que parece desplazarlo, como el afán de riqueza, la traición o la guerra,  siempre se vuelve a ellos, aunque sea en alas de remembranzas rotas o de simples mariposas.

Se puede tener y gozar varios amores, como he tenido yo, con la misma mujer: la novia ilusionada, la esposa respetada, la compañera idolatrada, solidaria en la derrota como en la victoria, todos engarzados por cadenas irrompibles de la pasión y el  recuerdo.

El amor es un don divino que, al tiempo de templar el espíritu llena de vigor y valor al hombre y la mujer enamorados, haciéndolos capaces de desafiar la adversidad, los peligros  y la muerte, desatando en ocasiones  guerras terribles y renuncias increíbles.

El amor es el alimento del alma. Quien nunca ha amado es como un árbol seco, con sus ramas sin hojas y sin flores por falta de rocío. Es un muerto dentro de su propio cuerpo, porque la falta de amor enferma el corazón, lo envenena lentamente y lo mata.

Gracias a todos los amigos y amigas, a todos los compañeros que han venido a  estar conmigo  en este humilde acto que dedico al pueblo dominicano y sobre todo a nuestra patria chica: La Vega Real, a una de cuyas instituciones de socorro al pobre destinaremos partes de los  beneficios, si es que se obtienen.

Ojalá sirva  esta obra, para eliminar el pesimismo derrotista que a veces penetra en nuestros hogares, paralizando y opacando el músculo revolucionario y la luz de la esperanza, haciendo en cambio, que vuele poderoso sobre las más altas cumbres del amor , el ánimo inmortal de la dominicanidad, como reza nuestro escudo nacional: Dios, Patria y Libertad.

Ahora, permítanme leer el prólogo de la obra y dos cartas escritas en circunstancias diferentes,  cuyo objetivo no es otro, que sembrar la semilla del amor en el corazón de los que aman, y clavar el pendón de la conciencia revolucionaria en la atalaya  del glorioso pueblo dominicano.

¡Que bendiga  a la República Dominicana y su pueblo! Muchas gracias.


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