sábado, 25 de agosto de 2012

TOCANDO FONDO


Libre Comercio con Haití: Ruptura paradigmática y reinvención de la historia

Por Bernardo Matías

La firma de un tratado  de libre comercio entre Haití y República Dominicana, como propone el Presidente Danilo Medina,  es iniciar la construcción de una nueva geografía y una nueva historia. Es reinventar el pasado, las raíces de una frontera cuya identidad está marcada desde su génesis por una economía de contrabando.

Desde el Siglo XVII en la frontera se ha contrabandeado con todo lo que pueda moverse o ser movible.  Se contrabandea con rostros humanos de géneros y colores diversos negros, amarillo, blanco, mezclado, entremezclado, con todo lo que pueda venir del agua, del óleo, todo animal ovino,  ovejuno,  caprino, porcino, equino, que camine, se arrastre, vuele,  con minerales convertidos en piezas que  ayudan a la vida y las que sirven para matar.

Es la frontera domínico-haitiana el lugar de lo imaginario, de lo descubierto y lo que está por descubrirse. Es el espacio económico ideal para la acumulación originaria de quien quiere lograr dinero rápido (no sé si fácil), pero es a la vez  el escenario  donde muchos sectores empobrecidos y ligados a  la economía informal, a la artesanía, al pequeño  negocio, desarrollan estrategias de supervivencia y logran dar respuestas a sus necesidades vitales.

En la frontera coexisten los traficantes, buhoneros, especuladores, usureros, estafadores, los traperos, con quienes apuestan a la transparencia, la solidaridad, a la reafirmación de identidades que se abrazan sin perder sus raíces, a una economía dinámica con reglas de juego claro. Es un espacio de vicios y de virtudes.

Un tratado de libre comercio con Haití, además de una ruptura paradigmática, es la amenaza a la expulsión del mercado de los gusarapos,  las garrapatas y de  los gusanos,  visible e invisiblemente representados en grupos económicos y políticos muy poderosos en ambos países. Que han actuado de forma bien articulada, desafiando todo tipo de prejuicio y mitos, y han hecho de la frontera un lugar de grandes oportunidades para el enriquecimiento ilícito. Es una gran muralla que encontrará la propuesta de Danilo Medina.

Más que  el intento de “componer una historia factual” (Pedro L. San Miguel, La Isla Imaginada, 1997), el libre comercio con Haití, rompería la sacralización de un mito, los temores inventados y construidos, el militarismo anacrónico, ineficaz y corrompido. La frontera es espacio de carencia y abundancia, de mitos y realidades, de amores y desamores, de sincretismo cultural y reafirmación de las raíces. Los contrabandistas son los que han sabido aprovechar esta dualidad socio-espacial. En cambio, el Estado dominicano ha estado atrapado por la idea imaginaria
y construida de la amenaza y el “asedio”. Frente a la amenaza y el asedio de un país lo que procede es cerrar y militarizar. El libre comercio está basado en principios y valores diferentes. Implica  confianza, abrir por un lado, cerrar por otro, es  respeto  y reconocimiento mutuo, aprovechamiento de las potencialidades con reglas de juego claras.

El tratado de libre comercio con Haití no será una tarea fácil. Las asimetrías sociales y económicas de ambos países son  visibles y patéticas. Los miedos patológicos de grupos nacionalistas emergerán. Los grupos poderosos que se benefician del contrabando apostarán al fracaso. La frontera  se torna en espacio problemático  y de conflictividad  cuando se toca el poder y los que han hecho de las confrontaciones entre ambas naciones un gran negocio revestido de un sagrado ardor seudopatriótico.

El tratado de libre comercio con Haití es quizás la más desafiante apuesta de “hacer lo que nunca se ha hecho”. La mayoría de los países latinoamericanos, aprovechando las oportunidades de la globalización, han asumido el libre comercio transfronterizo como una de sus principales estrategias económicas. Los resultados positivos son visibles, especialmente en Centroamérica y el Cono Sur.

Sin embargo, el libre comercio no es la eliminación  automática  del contrabando, porque no toda mercancía aplica para ser comercializada libremente. Por tanto, los contrabandos  interfronterizos persisten en medio de las economías abiertas. Lo que sí estamos seguros que el libre comercio favorece a quienes menos oportunidades tienen para mover estructuras invisibles de poder y es una estrategia que ramifica o bifurca los caminos de  la economía isleña y es más congruente con nuestra realidad insular. ¡Bienvenido sea el libre comercio con Haití!

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