Libre Comercio con Haití: Ruptura paradigmática y
reinvención de la historia
Por Bernardo Matías
La firma de un tratado de libre
comercio entre Haití y República Dominicana, como propone el Presidente Danilo
Medina, es iniciar la construcción de
una nueva geografía y una nueva historia. Es reinventar el pasado, las raíces
de una frontera cuya identidad está marcada desde su génesis por una economía
de contrabando.
Desde el Siglo XVII en la frontera se ha contrabandeado con todo lo que
pueda moverse o ser movible. Se
contrabandea con rostros humanos de géneros y colores diversos negros,
amarillo, blanco, mezclado, entremezclado, con todo lo que pueda venir del
agua, del óleo, todo animal ovino,
ovejuno, caprino, porcino,
equino, que camine, se arrastre, vuele,
con minerales convertidos en piezas que
ayudan a la vida y las que sirven para matar.
Es la frontera domínico-haitiana el lugar de lo imaginario, de lo
descubierto y lo que está por descubrirse. Es el espacio económico ideal para
la acumulación originaria de quien quiere lograr dinero rápido (no sé si
fácil), pero es a la vez el escenario donde muchos sectores empobrecidos y ligados
a la economía informal, a la artesanía,
al pequeño negocio, desarrollan
estrategias de supervivencia y logran dar respuestas a sus necesidades vitales.
En la frontera coexisten los traficantes, buhoneros, especuladores,
usureros, estafadores, los traperos, con quienes apuestan a la transparencia,
la solidaridad, a la reafirmación de identidades que se abrazan sin perder sus
raíces, a una economía dinámica con reglas de juego claro. Es un espacio de
vicios y de virtudes.
Un tratado de libre comercio con Haití, además de una ruptura
paradigmática, es la amenaza a la expulsión del mercado de los gusarapos, las garrapatas y de los gusanos,
visible e invisiblemente representados en grupos económicos y políticos
muy poderosos en ambos países. Que han actuado de forma bien articulada,
desafiando todo tipo de prejuicio y mitos, y han hecho de la frontera un lugar
de grandes oportunidades para el enriquecimiento ilícito. Es una gran muralla
que encontrará la propuesta de Danilo Medina.
Más que el intento de “componer
una historia factual” (Pedro L. San Miguel, La Isla Imaginada, 1997), el libre
comercio con Haití, rompería la sacralización de un mito, los temores
inventados y construidos, el militarismo anacrónico, ineficaz y corrompido. La
frontera es espacio de carencia y abundancia, de mitos y realidades, de amores
y desamores, de sincretismo cultural y reafirmación de las raíces. Los
contrabandistas son los que han sabido aprovechar esta dualidad socio-espacial.
En cambio, el Estado dominicano ha estado atrapado por la idea imaginaria
y construida de la amenaza y el “asedio”. Frente a la amenaza y el
asedio de un país lo que procede es cerrar y militarizar. El libre comercio
está basado en principios y valores diferentes. Implica confianza, abrir por un lado, cerrar por
otro, es respeto y reconocimiento mutuo, aprovechamiento de
las potencialidades con reglas de juego claras.
El tratado de libre comercio con Haití no será una tarea fácil. Las
asimetrías sociales y económicas de ambos países son visibles y patéticas. Los miedos patológicos
de grupos nacionalistas emergerán. Los grupos poderosos que se benefician del
contrabando apostarán al fracaso. La frontera
se torna en espacio problemático
y de conflictividad cuando se
toca el poder y los que han hecho de las confrontaciones entre ambas naciones
un gran negocio revestido de un sagrado ardor seudopatriótico.
El tratado de libre comercio con Haití es quizás la más desafiante
apuesta de “hacer lo que nunca se ha hecho”. La mayoría de los países
latinoamericanos, aprovechando las oportunidades de la globalización, han
asumido el libre comercio transfronterizo como una de sus principales
estrategias económicas. Los resultados positivos son visibles, especialmente en
Centroamérica y el Cono Sur.
Sin embargo, el libre comercio no es la eliminación automática
del contrabando, porque no toda mercancía aplica para ser comercializada
libremente. Por tanto, los contrabandos
interfronterizos persisten en medio de las economías abiertas. Lo que sí
estamos seguros que el libre comercio favorece a quienes menos oportunidades
tienen para mover estructuras invisibles de poder y es una estrategia que
ramifica o bifurca los caminos de la
economía isleña y es más congruente con nuestra realidad insular. ¡Bienvenido
sea el libre comercio con Haití!
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